Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

He seguido, poco, lo confieso, pero lo he hecho, la actividad parlamentaria o de agitación, que más lo ha parecido, del último Congreso de los Diputados. Pocas proposiciones de ley que lo fueran de verdad, mucho mitin y discurso cara a la galería y una cantidad enorme de sandeces reflejadas en las propuestas hechas. Me tranquiliza que todos ellos sabían que el destino de sus ocurrencias era la papelera. Política y gestos en un espacio, Las Cortes, que en lugar de órgano del Poder Legislativo, se ha convertido en un plató de televisión. Y falto de ingenio.

La llamada Ley de Emergencia Social de Podemos era todo menos una proposición de ley, que, como tal, debe regular cada situación y proponer medidas concretas para su remedio. Esa norma, de la que tan orgullosos se sienten, es tan abstracta y genérica que carece de utilidad y eficacia alguna más allá de servir para ufanarse de la sensibilidad de los proponentes. Poco trabajo riguroso en ella y escasa o nula eficacia en lo que no pasa de ser programa electoral.

La última ocurrencia, proveniente de este PSOE que Pedro Sánchez lleva a lugares ignotos y cuya identidad nadie tiene clara, ha sido proponer una norma para clarificar el lenguaje jurídico en leyes y resoluciones judiciales, para que todo el mundo pueda entenderlas. Que digo yo, que lo mismo podría haber hecho respecto de los términos médicos, los físicos, químicos y políticos, normalmente también incluidos en leyes, para terminar de vulgarizar todas las ciencias. Porque, mucho me temo, que lo sucedido es que el PSOE se ha dado cuenta de que sus señorías no entienden las leyes que aprueban por falta de conocimientos en casi todo. Y, en lugar de confeccionar las listas buscando mejores mentes, los aparatos, empeñados en designar siempre a los más sumisos expulsando a quienes les superen, algo difícil por ser la gran mayoría, han pensado que mejor es que las leyes respondan al nivel medio de inteligencia y comprensión de los teóricos redactores de leyes que no entienden.

La proposición de ley socialista, corta, de pocas líneas, no dice cómo se ha de hacer para proceder a esa clarificación de las leyes. Me imagino que tampoco ellos lo saben y que les basta con soltar en el Congreso un texto con fines publicitarios imitando a sus adversarios, que les marcan el camino. No nos dicen si en el futuro los conceptos jurídicos universales deberán ser sustituidos por otros más asequibles, aunque desde Europa se dicten directivas y reglamentos que, contra el pueblo y su conocimiento -Europa es así y debe ser reeducada-, los usen dada su generalidad y aceptación. O, si lo que quieren es que las leyes se escriban en el lenguaje juvenil de los whatsapp, más conocido y cada vez más extendido ante la estupefacción de maestros y profesores. Con el voto a los dieciséis es el camino más adecuado.

Y es que, jurídicamente, cada cosa es lo que es y significa lo que significa, de modo que cambiar un concepto es modificar el contenido mismo de una relación jurídica y los derechos y obligaciones de las partes. Un comodato es un comodato y llamarlo de otra forma es hablar de otra cosa. El litisconsorcio es el litisconsorcio. La enfiteusis, lo mismo. Alterar los términos y popularizarlos es finalidad cuyo alcance no han medido los autores de la proposición de ley. El carácter técnico del Derecho es lo que obliga a estudiarlo en la Universidad y a que toda persona sometida a proceso sea asistida por un abogado.

Echo de menos a los ilustres juristas que siempre tuvo el PSOE, desde hace más de un siglo, juristas que, por lo que se ve, ya no están ahí o, simplemente, se prescinde de ellos en una nueva etapa cuyo final es una incógnita, pero cuyo camino es tan evidente, como preocupante. Muchas leyes de este país han sido redactadas por socialistas comprometidos que sentirían al menos pudor ante la estulticia de sus compañeros del siglo XXI que ahora quieren enmendarles la plana.

O el PSOE se toma en serio qué quiere ser de mayor y retorna y retoma su camino o acabará como otros tantos partidos socialistas europeos siendo engullido por quienes están esperando en este lado del camino que dominan a la perfección. O Prieto o Largo Caballero, hora es de decidir antes de que otros lo hagan por ellos. Ya está bien de jugar a la indecisión.

A esta proposición de ley tan ingeniosa, se ha sumado Podemos, pidiendo que las leyes se hagan eco del llamado lenguaje no sexista, eso que no acepta la Real Academia de la Lengua y que se va imponiendo en textos oficiales, que no en la calle, en el uso cotidiano, ni siquiera por quienes lo fomentan y piden. Ahí les llamaría a leer algunas leyes escritas en este estilo en países como Ecuador o Bolivia. No hay quien aguante dos artículos. La pesadez, la reiteración innecesaria de sujetos hacen que las leyes sean todo menos clarificadoras y simplificadoras.

Esperemos a ver la próxima ocurrencia.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats