Un año más, vuelven los luminosos días de la primavera, en la que se conmemora y nos recuerda la irrepetible figura de Nuestro Poeta más universal, Miguel Hernández. En esta ocasión, además de la Senda, un tímido concierto repetido, de esta figura importante del flamenco: Fraskito en el «Rincón Hernandiano». Este se superó, cómo no, en sus composiciones musicales, con letras de sus poesías más significativas. Hubo también un acto protocolario popular, rememorado por artistas y colaboradores locales, parodiando el momento histórico en que por primera vez se le puso a esta plaza el nombre de Ramón Sijé, su amigo y compañero del alma. También hubo algo que para la lógica natural resultó extraño, que fue la presencia destacada del alcalde de Quesada (Jaén), donde guardan su legado, como si fuera el notario del evento.

Y digo yo: ¿Que representaba este señor en un acto tan local y sentido para muchos oriolanos? , ¿o vino solo a comprobar las tragaderas de esos oriolanos, que no movieron un dedo para que su legado estuviera depositado en nuestra ciudad?, ¿ o acaso para ratificar in situ, si quien pronunció aquella escandalosa frase, dicha por la irresponsable de la cultura municipal de entonces: «Orihuela no le debe nada a Miguel Hernández», seguía representando algo aún en este pueblo? Comprobado todo esto, debo decir que al menos el alcalde de Quesada, donde están depositados los documentos y enseres hernandianos , nos ha dado una lección de amor a la cultura por la obra del marido de su paisana Josefina Manresa, afecto que ha sido con buen criterio aprovechado y refrendado por las autoridades andaluzas, para agenciarse un legado que prácticamente tuvo en sus manos Orihuela, en las mismas condiciones en las que se ha ido a Quesada.

¿Si aquella ciudad pudo, porqué aquí no se ha podido? Yo se lo explico amables lectores: La cesión del legado, llevaba consigo una importante, difícil y laboriosa gestión, un trabajo de gran envergadura para ser desarrollado durante mucho tiempo y tal vez, el progresismo responsable en aquel entonces de la cultura local, se sintió incapaz para gestionarlo, por lo que aprovechando que el alcalde de entonces había logrado un compromiso verbal con la familia del Poeta, para que fuese ésta Síndico portador del Oriol de aquel año y tal vez por sus disputas internas, por celos y envidias inconfesables, de una gestión exitosa del alcalde Guillén, o por algo que aún no nos han querido decir, sin más explicaciones y por encima de su autoridad y compromiso, se dejó al alcalde con el «trasero al aire» y se nombró a otra persona, más o menos significativa como síndico de aquel año, con lo que se rompió como es lógico el compromiso del primer mandatario local con la familia del poeta y a su vez de esta con Orihuela para siempre.

Este desaire se produjo con la aquiescencia silenciosa y cómplice también de los conservadores y del resto de la Corporación local. Entonces, Orihuela se quedó con la «calderilla» de la cultura «hernandiana»: Con la del repintado de los murales de San Isidro, la de las fotocopias, que por muchos millones guardan en su «fundación», con la cultura del talonario, con algunas dignas pero tímidas representaciones en el Teatro Circo y con esa ganga inútil que han hecho inservible la casa natal, por la que también se pagaron un buen puñado de millones y la estatua de Miguel en la Intermodal.

Menos mal que en el patio de su casa siguen triunfando sus cuadras, su espacio vital y su higuera, de momento. Espero que no la corten ni la trasplanten. Y pienso: ¿Quién se comerá sus sabrosos higos ahora? El mejor homenaje de esta primavera que se le ha hecho a Miguel, ha venido de las palabras del Premio Cervantes, el mejicano Fernando del Paso, que puso a Miguel Hernández, nada más pisar España, por encima de los poetas españoles y poniéndole como su inspirador sobre la literatura española, en tanto en cuanto, algunos pensadores partidistas locales, dijeron en su día que Miguel era el pasado.

¡Pero qué pasado tan actual y tan glorioso, digo yo! Piensen ahora esos cegatos intelectuales en la clarividencia y objetividad de Fernando del Paso. Por el momento, los personajes que entre líneas se pueden entrever y o adivinar, siguen pululando alrededor de nosotros, presumiendo de sus batallitas que con nuestro dinero pagamos.

Pienso que sin distinción de credos ni de colores, he de subrayar con pena una vez más, aquellas doloridas, pero objetivas palabras de Josefina cuando dijo al Poeta: «¡Miguel no vayamos a Orihuela, que allí no nos quieren!». Al menos sus autoridades lo han demostrado y Orihuela, como al chico impertinente que molesta en la mesa a la hora de la comida le han dicho: «¡Y tú niño, come y calla!».

Pues eso?Solo espero que, por lo que escribo, no digan que: «pongo a Orihuela a los pies de los caballos».