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Toni Cabot

Y que los perros ladren a la luna

«Para mí es Pablo Manuel». La frase salió como una llama escupida por un soplete de los labios de una veterana dirigente socialista alicantina en una cena distendida, al sacar a relucir el nombre del líder de Podemos. «Me niego a referirme a él como Pablo Iglesias porque Pablo Iglesias solo hay uno: Nuestro fundador. Y ese otro no se le parece en nada», aclaró a continuación. No hay feeling, nunca lo hubo ni parece que lo va a haber entre los habitantes de la actual cueva política, un recinto donde todos caminan a la greña liderados por personajes que sólo contemplan el acuerdo si acaban sacando la cabeza por encima del resto.

Una viñeta, que en las últimas horas se ha hecho viral en las redes sociales, refleja la situación a la perfección con un mensaje emitido a través de un par de altavoces: «Os haremos votar hasta que votéis correctamente». Siete palabras, no necesitó más el inspirado artista para reflejar el panorama tras cuatro meses trufados de incapacidad y plomo que no han servido para nada. Así que ahora le toca de nuevo al ciudadano regresar a las urnas para mover el tablero sobre el que cabalgan las mismas piezas, los mismos rostros con sus mismos programas, dispuestos a repetir las mismas promesas por los mismos canales. Alguien debería explicar, pues, por qué motivo cabe esperar un resultado diferente.

Entretanto, no está de más recordar el teatro vivido en los últimos tiempos comenzando por Rajoy, el líder popular que permaneció atrincherado sin contemplar su sacrificio personal como moneda de cambio para intentar desbloquear el rechazo que le rodeaba. El gallego apuntó desde el principio a repetir comicios, refugiando sus esperanzas en la variación del voto para seguir gobernando. Hoy esboza una sonrisa triunfal. Hay analistas que apuestan por la sorpresa. A que, de repente, de un día para otro, anuncie su retirada para, acto seguido, designar sucesor sin conceder tiempo para el debate interno. Desde su entorno, sin embargo, tal posibilidad se descarta. Es más, los tiros van en otra dirección: Está convencido de que ha empleado la estrategia adecuada al contemplar impertérrito desde la loma cómo se desgastaban y rompían la cara el resto de combatientes para nada, dado que al final todos regresan a la casilla de salida.

Se aferra, asimismo, al análisis de la encuesta más optimista, la que mejora los resultados electorales del PP, para ejecutar su plan ideal, que pasa por mantener el despacho en Moncloa e ir preparando el relevo para salir por la puerta grande con sucesor designado. Ergo, Mariano no se va ni con agua caliente. A lo peor, como apuntaba Churchill, también es éxito aprender a ir de fracaso en fracaso sin desesperarse.

Con el dirigente popular escondido entre bambalinas, Pablo Iglesias ha sido el encargado de animar el cotarro. Bolivariano como es, empecinado en tomar el cielo por asalto, tiró de estrategia revolucionaria: si Fidel asaltó Moncada antes de llegar feliz a La Habana, él debía quemar Ferraz en su triunfal camino hacia Moncloa. Como acertadamente reflejó un académico resaltando con tino la percepción que Iglesias tiene de sí mismo, los designios divinos no se discuten. Y todo el mundo sabe que la luz del relámpago que aparece entre la tormenta es el flash de la máquina fotográfica de Dios, que ha bajado para inmortalizarle. Por ello, ni Errejón, su particular y rebelde Guevara, quedaba autorizado para alterar el plan dando carta de credibilidad a ese 'Pacto del Abrazo' entre Sánchez y Rivera. Todo lo que no sea abanicar a Pablo es derrochar energía. Y el líder de Podemos apuesta por el sorpasso, por adelantar al PSOE por la izquierda tras asumir como hecho la confluencia con IU para cuadrar cuentas el 26-J.

En la otra esquina, después de cosechar los peores resultados de su partido en las últimas elecciones, Pedro Sánchez afronta las próximas sin Chacón y con el aliento envenenado de Susana Díaz en la nuca. Conservar su relación con Rivera, confiando en que Ciudadanos arañe margen al PP, y contener la caída socialista se apuntan como bazas en esta fracción de tiempo que le marcará la frontera entre la salvación o la catástrofe.

Mientras tanto, a los que permanecemos en el suelo terrenal viendo como siguen cabalgando los mismos, sólo nos queda, como a los perros, ladrar a la luna. Y, si acaso, suplicar que aligeren de peso y sonido la campaña. Inocularnos en el cuerpo un buen número de mítines y debates solo va a servir para incrementar el hastío y para recordarnos que si estamos como y donde estamos es única y exclusivamente por culpa de su incapacidad. Así que, dado que, aunque cueste entender, van a repetir todos en el cartel, eviten recrearse en los tercios.

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