En las ultimas semanas, las vallas publicitarias de nuestras calles se han llenado de carteles de una agresiva campaña municipal en la que se incita a los desaprensivos dueños de perros a comerse con patatas las cacas de sus mascotas si no las recogen. También se pide a los ciudadanos que se coman la basura si se pone donde no toca o los desperdicios son arrojados a las calles. Los carteles de la campaña están protagonizados por unos dibujos un tanto desagradables que representan una patata con rasgos humanos, que nos pide comernos nuestra basura y a la que algunos han llamado «la patata de la limpieza», aunque en realidad habría que denominarla como «la patata del mal gusto».

Es evidente que las campañas publicitarias son responsabilidad última de quien las encarga y las financia, en este caso el Ayuntamiento de Alicante y la UTE de limpieza, que deben ser los que trasladen a la agencia responsable los lemas y mensajes, las ideas fuerza y la aprobación final de todos los elementos que la configuran, teniendo muy claros los objetivos que se pretenden conseguir. Además, es muy importante conocer bien los elementos que forman parte de los mensajes a comunicar y que están en el origen de las conductas sobre las que se va a intervenir para que la campaña publicitaria pueda cambiar comportamientos y actitudes, aportando razones y argumentos sólidos que generen empatía con sus destinatarios, en este caso, los ciudadanos alicantinos.

Así las cosas, la campaña de limpieza protagonizada por la grotesca patata, con el lema «¿por qué no te lo comes con patatas?», es estéticamente desagradable, pedagógicamente contraproducente, ambientalmente poco efectiva, socialmente desafortunada y escasamente respetuosa hacia los ciudadanos. La campaña demuestra que sus responsables no han buscado la generación de empatía mediante una buena información sobre el problema de la limpieza en Alicante para conseguir una mejor ciudad, disfrutar de una mejor calidad de vida y eliminar problemas ambientales y de salud pública. Ni siquiera se busca la empatía social y la complicidad cívica, sino la provocación pura y dura, utilizando un mensaje que en sí mismo es despreciable y hasta repugnante, porque por muy incívico y cochino que sea alguien, no parece que comerse su basura o la caca de sus perros sea ni posible ni recomendable.

Me pregunto si la amplia comitiva que viajó recientemente a Göteborg pudo comprobar que la extrema limpieza de sus calles se debía a que el Ayuntamiento había recomendado con anterioridad a sus habitantes que se comieran su basura, o si nuestros concejales conocen alguna capital europea en la que sus responsables locales han realizado una campaña publicitaria recomendando estos hábitos alimenticios tan poco saludables a sus vecinos, incluso a aquellos que pudieran ser unos cochinos irrecuperables. De ninguna manera, una campaña como esta sería un disparate en cualquier otra capital europea y un insulto a los ciudadanos.

Los avances en las políticas de limpieza urbana en muchas ciudades europeas no han surgido poniendo tubérculos antropomórficos provocadores en las vallas publicitarias, sino mediante una combinación de políticas y estrategias múltiples, bien estudiadas en muchos niveles. Para ello se ha trabajado en una limpieza de la ciudad exquisita; en un fomento activo de la recogida selectiva muy cuidadosa de todos los residuos; en promover la no generación de basura y desperdicios incentivando el reciclado sistemático; poniendo en marcha políticas activas de vigilancia, sanción y persecución de conductas incívicas que pasan incluso por la creación de forenses municipales para investigar a quien pertenece la basura arrojada indebidamente, multando con sanciones muy duras a los ciudadanos incumplidores; junto a una intensiva labor educativa, informativa y pedagógica que durante mucho tiempo ha conseguido calar en los ciudadanos que participan activamente en mantener limpias unas calles que sienten como suyas. Es decir, lo contrario de lo que nos recomienda nuestra antipática patata alicantina.

Parece que nuestros responsables municipales siguen sin comprender por qué la ciudad de Alicante está tan sucia y por qué sus habitantes la ensucian tanto. Cuanto más sucia está la ciudad, más la ensucian unos vecinos que ven las calles mugrientas, descuidadas y malolientes. Por ello es tan importante acabar con la suciedad en las calles como paso previo para exigir a los ciudadanos que las mantengan limpias y las respeten. Y para ello es importante avanzar hacia una mayor educación cívica y un compromiso moral con nuestra ciudad, impidiendo que las aceras estén pestilentes, repletas de basura, suciedad, excrementos y orines a diario, lo que exige una aplicación estricta de la ordenanza municipal de limpieza, tan incumplida como olvidada por nuestros gobernantes, antes y ahora. Y nada de esto se consigue con patatas provocadoras.

@carlosgomezgil