Me comenta un amigo que se encuentra tan decepcionado con el comportamiento de los políticos en estos tiempos que prefiere no tener expectativas para no sufrir desengaños, y yo le digo que el origen de muchas decepciones está en esperar que los demás actúen como nosotros entendemos que deberían hacerlo, o bien como nosotros mismos lo haríamos, y en este sentido, William James, filósofo y fundador de la psicología funcional, comentaba que una forma sencilla de encontrar la felicidad reside en el hecho de que cuanto menos esperes más podrás recibir o encontrar, y que, esperándolo todo de ti mismo, no esperes nada de nadie, y de ese modo, tu corazón almacenará menos decepciones.

Pero siendo el anterior un razonamiento que no deja de tener su lógica, me parece de dudosa aplicación por cuanto ello podría llevarnos a, por ejemplo, no intentar un objetivo por si no lo alcanzo, o no pretender una ilusión, por si no la consigo.

Y es por ello que entiendo debemos diferenciar entre las ilusiones por una parte, y la dependencia de que la gente actúe de una determinada manera, por otra, de modo que se trataría de mantener anhelos y de ser independientes del comportamiento de los demás, y es que la ilusión está conectada a emociones positivas, y a sentirnos plenos de energía y entusiasmo, sabiendo que en la búsqueda de la expectativa puede encontrarse la felicidad o como dijo Gilbert Chesterton, novelista y poeta inglés, de merecido prestigio, «da esplendor a cuanto existe la ilusión de encontrar algo a la vuelta de la esquina».

De modo que sal a la calle, digo a mi amigo, con esperanza y entusiasmo, y no dejes a un lado ni siquiera a los políticos, y dobla el chaflán, y sigue con esperanza ilusionándote con nuevas expectativas.

Y mi amigo me mira, y claro, los dos nos reímos.