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El chico de oro

Para muchos, es normal el domingo por la tarde mirar cómo han quedado el Barça o el Madrid, el Alcoyano y el Hércules, o también el Contestano y el Muro. Desde que tenía 8 ó 9 años, suelo seguir el Hockey sobre Patines, un deporte en el que juegan cuatro y el portero y en el que siempre gana el Barça, con el permiso del Reus, el Igualada y, en tiempos modernos, el Liceo. Para mí, es una parte de la herencia escolar, del Patín Alcodiam Salesiano, más tarde rebautizado como Enrile. Jamás habría pensado que, un día, vería al equipo en la división de honor y que incluso en una gloriosa tarde, llegaría a derrotar al todopoderoso Barça (créanme, es más difícil conseguirlo en hockey que en fútbol). Estas hazañas fueron posibles merced a generaciones de jugadores, preparadores y directivos -que, en general, antes habían practicado- y... a Diego Mir. Este hombre llegó a Alcoy hace 14 años e hizo posibles los milagros. Durante tres lustros, ha ocupado el banquillo del Alcodiam, con ascensos y también con descensos, pero ha sabido mantener intacta la ilusión de la afición y el equipo en su conjunto. Ahora, anuncia su marcha. Nuestro Ferguson se va; cambia de aires, posiblemente transalpinos, y quizá lo haga con un descenso, pero eso es lo de menos, porque el balance ya está escrito con letras de oro. Ahora sólo queda desearle que los hados le sean propicios.

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