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El público

Acaba de celebrarse la gala de entrega de los Premios MAX, en la que como se sabe se homenajea a los considerados como mejores en las diversas disciplinas de las artes escénicas. Como todos los años, fue La 2 de TVE la encargada de la retransmisión, como siempre en diferido. Lo ideal es ofrecer en directo este tipo de eventos, aunque se agradece aligerarlos un poco para evitar así las retahílas de agradecimientos y los tiempos muertos. Y, contrariamente a algunas de las opiniones emitidas por expertos y aficionados, este año me resultó reiterativo al estar centrado casi exclusivamente en el mundo de la danza, disciplina ésta casi abandonada por la Administración y también por el público. Reivindicar la danza en España era algo casi obligatorio; y si el público español es mayoritariamente conservador en el teatro de texto, todavía lo es más en el ballet con claras preferencias por el clásico y el español, ambos cada vez más escasos porque la mayoría de las compañías se inclinan hacia la danza contemporánea. Y en este tipo de baile hay, debo decirlo, bastante timo. Sea como fuere, la triunfadora de la noche de los Max fue la compañía valenciana Ananda Dansa que acaparó un montón de premios con su espectáculo sobre el cuento de Pinocho (Pinotxo, en el título original).

En cuanto al teatro propiamente dicho, además del justísimo Premio Especial a Lola Herrera por su larguísima carrera sobre los escenarios, los premios de más peso fueron para un espectáculo visto en Alicante el último fin de semana: La piedra oscura acaparó los de mejor espectáculo teatral, mejores autor, dirección, iluminación y diseño de espacio escénico. No puedo estar más de acuerdo, ni más en desacuerdo con la escasa atención del público alicantino a este y otros espectáculos del mismo corte que han desfilado en los últimos meses por el Principal. ¿Qué pasa con el público teatral de esta ciudad, considerada durante mucho tiempo la más aficionada de lo que se conoce como «provincias»?

¿Por qué esta deserción? La realidad es que se ha dado la espalda a la nueva programación de nuestro primer teatro, cuyo nuevo director, al que hay que otorgar un voto de confianza ante los posibles titubeos de estos meses iniciales hasta encontrar el equilibrio, pone todo su empeño por no dejar fuera de exhibición aquellos espectáculos que, aunque desconocidos por el gran público, vienen avalados por premios y seguimiento masivo desde sus estrenos madrileños. Cuando deje de llover y la citada La piedra oscura, junto a El Rey, Reikiavick, El triángulo azul y hasta El pequeño Poni pasaron casi inadvertidos.

La falta de curiosidad y la desconfianza ante lo desconocido, sin actores «televisivos» ni gran publicidad en este medio pueden ser las causas del vacío; pero lo que verdaderamente resulta más doloroso para quienes hemos dedicado nuestra vida a fomentar la afición teatral en Alicante, es el hecho indiscutible de que el teatro no forma parte de la vida cotidiana. El 90% de alicantinos no va al teatro, y casi el mismo porcentaje no ha pisado una sala teatral en su vida, dándose la circunstancia sorprendente de que en los viajes a Madrid casi siempre es imprescindible visitar un teatro.

Todo lo anterior dicho en términos generales. El teatro se define como cultura, pero quizás los responsables olvidan con frecuencia que el teatro es también entretenimiento bien entendido; se impone pues una campaña de atracción ante este medio de expresión artística tan antiguo como la propia Humanidad. Los profesores, y esencialmente las familias, tienen en sus manos la creación o el fomento de la afición al teatro ante los espectadores del futuro, un niño no será espectador teatral si no ve en sus padres la costumbre de asistir al teatro como asiste al cine, a los conciertos, a los museos?o al fútbol. Porque, sí, hay vida fuera del fútbol y la política.

La Perla. «El teatro es un gran medio de educar al público, pero el que hace un teatro educativo se encuentra siempre sin público al que poder educar» (Enrique Jardiel Poncela).

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