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Marc Llorente

... De cuyos nombres no quiero acordarme

Como la verdad adelgaza y no quiebra, señoras y señores, y siempre anda sobre la mentira como el aceite sobre el agua, hemos de prestar atención al cúmulo de declaraciones de nuestra fauna política y otros especímenes. De todas formas, cada uno es como Dios le hizo, y aún peor muchas veces, según pueden comprobar con los sujetos que se pasan de la raya. Si la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago, la salud democrática requiere hablar menos y hacer más en general beneficio. El caballero andante de la triste figura en funciones sigue los pasos cervantinos y confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades. Ahora bien, en la tardanza suele estar el peligro. Debería, al igual que todo el mundo, no dejarse llevar por la locura de contar las ajenas faltas, teniendo tanto que decir de las suyas. Políticos, dirigentes, poderosos y corruptos saben bien que la senda de la virtud es muy estrecha y el camino del vicio, ancho y espacioso. Por eso, más vale la pena en el rostro que la mancha en el corazón. El candidato y escudero socialista cree que donde una puerta se cierra, otra se abre con permiso de los electores. Tener o no tener, dos linajes son. Pudo ser investido pero se ha quedado en pañales pese a su rimbombante pacto. El agradecimiento que sólo consiste en el deseo es cosa muerta, como es muerta la fe sin obras. Todos los aspirantes a gobernar aman lo que son y lo que podrían ser si alcanzasen el primer puesto del podio nacional. Las honestas palabras nos dan un claro indicio de la honestidad del que las pronuncia. Los hechos, sin embargo, no coinciden a menudo con las palabras presuntamente honestas. Pocas o ninguna vez se cumple con la ambición que no sea con daño de tercero. En fin. Mal de muchos, éxito de algunos. Tengan en consideración estos individuos que no hay pecado tan grande que con el arrepentimiento no se borre. No del todo. Los delitos llevan a las espaldas el castigo. Y no lo olviden. Vale más el buen nombre que las muchas riquezas. No te puedes alegrar pensando que el sueño es el alivio de las miserias para los que las sufren despiertos.

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