El Medioevo, ese capítulo tan «cool» últimamente gracias a series como Juego de Tronos, es últimamente una de las épocas que más da para escribir, a la luz de todo lo que vemos cada día con gusto, sorpresa, y, en algunos casos, también hasta estupor. Si de todas las tradiciones que hacen de esta tierra una cosa «particular» y genial, hay una, pese a que últimamente hay quien confunde la progresía con el tomate, o la alcachofa mismamente, esa son los Moros y Cristianos de la genial Alcoy. Espectáculo de pólvora, color, indumentaria, olores y sabor a Historia, entre el gentío que abarrota las calles, los Moros resuenan sobre las voces y susurros de los caballos, la algarabía de los miles de participantes que esperan, ansiosos, cada año el estallido de pedacitos de Historia, de recuerdos, postales vivas de toda una tradición que cada vez es, menos mal, más viva entre todas y cada una de las generaciones. Subir a esta ciudad medieval casi, bellísima, industrial, cuna de una burguesía que atesora entre sus paredes de fábricas restauradas y muros de ladrillo rojo o cornisas de edificios del siglo pasado? es toda una aventura. Y mientras, en Orihuela, a la vez, se espera que la vida transcurra con pedacitos de esa Historia repartidos en geniales teatros medievales que protagonizan juglares y fantasías de otras épocas, esperando la llegada del Oriol? nuestra provincia resuena a castillos, almenas, ríos que hacen pensar en aquellas épocas y unas ganas de vivir increíblemente heroicas. Debajo de uno de esos castillos, el de Santa Bárbara, al pie de la montaña, y sobre el mar, este finde también se ha producido otra gesta, casi heroica también, vaya? unos buenos amigos emprendedores han conseguido realizar (delito tiene que esto sea tan difícil) un festival, el Spring, con miles de seguidores, musicón «indie», y un montón de visitantes jóvenes a la ciudad. Porque entre todo este ruido de sables y trabucos, los sables siguen en alto en la realidad. Vaya realidad. Difícil sustraerse? sobre todo cuando hay quien, empeñado en sus siglas, intenta confundir el «progreso» con la boina y el tabalet. Mientras desfilaban las modelos de Escala y Carmen Sevila, Beatriz Milleiro o Norma Gil dirigían junto a Carla Ruiz de Isabel Bedía (fantástico centro de peluquería de Alicante) la Primera Pasarela del Agua, benéfica, junto a la firma AVEDA internacional? en mi misma fila de invitadas y blogueras escuchaba el cuchicheo de las señoras bien de toda la vida. Todas ellas no dejan de hablar, como todo el país, y alguna con valor, de la llamada «testosterona». Léase, esa suerte de hormonas clásicamente masculinas, residentes en dos zonas muy bien situadas en los interiores de los pantalones de los machotes ibéricos, que nos está costando meses de no tener cencerro (o como vaca sin él, según la querida y desparecida Chus Lampreabe). La valiente Cristina Cifuentes los sentenciaba en un titular este finde que rezaba a la sazón lo siguiente: «falta humildad y sobra testosterona». Pues sí, querida Cristina, sobra pero por arrobas. En la política, en la sociedad, en las relaciones humanas, en las sentimentales (Sexo en NY se queda cortísimo con la actitud que sufrimos en el ambiente?) y desde luego en la realidad empresarial. La pena es que no se empleen, las hormonas digo? para tener el valor de construir y sí para frasecitas como la que, ni en el profundo Medioevo reciente, se le consentiría a un señor de otro (lo de «medio keniano» del pobre Obama no tiene perdón de dios?), porque por la época el lema era «Nobleza Obliga». Así que, bienvenido el Medioevo de nuevo, al Juego de Tronos y hasta a los Trastámara, que para lo que vemos al menos, en estos escenarios, al menos ellos se daban espadazos de verdad y a la cara..? Feliz domingo.