Elche es una ciudad capaz de lograr los mayores éxitos colectivos partiendo de excelentes individualidades que los impulsan, muchas veces a pesar de las trabas, o de la parca ayuda, que reciben de las administraciones.

Es el caso, entre otros -pues en otra ocasión tendremos que hablar del Museo Paleontológico- del Museo Escolar de Pusol. Un proyecto que nació en el año 1969 y que, impulsado por la ciclópea labor de Fernando García Fontanet y de Antonio Ródenas Maciá, sin olvidarnos de todos los colaboradores, voluntarios y maestros del colegio, que se han involucrado en su mantenimiento todos estos años, ha conseguido que el proyecto educativo y museístico que crearon entre ellos y los vecinos de Puçol primero, del resto del Camp d'Elx después y de todo Elche ahora, haya alcanzado las más altas cotas de reconocimiento nacional e internacional.

Pero, lamentablemente, el Museo Escolar de Pusol se está muriendo de éxito. El ingente volumen de material y piezas de todo tipo que atesora hace imprescindible su profesionalización y la dotación de unos ingresos estables en el tiempo que la hagan posible. La magnitud que ha adquirido supone su muerte anunciada si seguimos fiando su continuidad a las subvenciones volubles, la generosidad de algunos patrocinadores, el trabajo voluntario de personas como Fernando y Antonio, o unos colaboradores magníficos, pero a los que ya no se puede pagar por falta de liquidez.

Por lo tanto, hay que exigir a quien puede solucionar de forma definitiva este asunto que lo haga. Y la solución pasa, desde nuestro modesto punto de vista, por la creación de una fundación, integrada por el Ayuntamiento de Elche, la Diputación Provincial de Alicante, la Conselleria de Educación y la Universidad Miguel Hernández, y gobernada por un patronato compuesto por representantes de todas ellas y presidido por el alcalde. Una propuesta similar ya se ha venido barajando en los últimos meses desde diversos ámbitos, pero con otra composición que, sin ánimo de pecar de soberbia, pensamos que no parece, en principio, tan adecuada como la que nosotros proponemos.

El Ayuntamiento y la Diputación deberían aportar esos fondos fijos anuales precisos; la Conselleria, además de hacer también una aportación pecuniaria, el personal docente necesario para que el proyecto pedagógico, incardinado e imprescindible para el museo, continúe adelante; y la Universidad sería la encargada de darle una pátina científica, aportando los medios y el personal investigador para que la continuidad del museo sea una realidad.

Einstein dijo en una ocasión: «Sólo hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana. Y no estoy tan seguro de la primera». Pues bien, si consentimos que nuestro patrimonio y nuestra memoria colectiva, representados esta vez por el Museo de Pusol, desaparezcan, habremos demostrado, años después, que la premisa del insigne físico era más cierta que la propia teoría de la relatividad.

(*) Firman también el artículo María José López Sánchez, Miguel Ors Montenegro y Rafael McEvoy Bravo, todos ellos integrantes, asimismo, de la Mesa de Patrimonio de la Plataforma Elche Piensa.