Según un estudio realizado durante más de diez años por John T. Cacioppo, catedrático de psicología y director del centro de neurociencia cognitiva y social en la Universidad de Chicago, una de cada tres personas en los países occidentales se siente sola habitualmente o con frecuencia. Pero la soledad no es sólo un problema emocional, sino que tiene importantes consecuencias físicas, como la elevación de los niveles de cortisol (hormona del estrés), problemas en la circulación de la sangre y depresión del sistema inmunológico.

Existen, por otra parte, más de 70 estudios que demuestran que la soledad incrementa las probabilidades de mortalidad en un 26%. Y todo ello sucede mientras prolifera de forma vertiginosa el uso de redes sociales que, teóricamente, nos hacen sentir mucho más acompañados. Sin embargo, se ha comprobado también que cuando estas interacciones virtuales se emplean para sustituir a las físicas, el resultado es pernicioso.

Otra de las características de nuestra sociedad actual es el elevado uso de medicamentos, muchos de los cuales generan fuertes adicciones. Así lo atestigua Juan Armengol Richart, miembro de Saluspot y farmacéutico, cuando enumera dos grupos de productos farmacéuticos enormemente adictivos. Véanse los derivados del opio, usados para aliviar el dolor, como la morfina, el fentanilo, el tramadol, o la codeína, cuya venta, bajo receta médica, se ha disparado en los últimos años.

Como también se incrementa diariamente el empleo de las benzodiacepinas, con efectos sedantes o tranquilizantes. En este grupo encontramos el metilfenidato, la oximetazolina y la cafeína.

Sin embargo, pese a estos males endémicos, el ser humano posee la capacidad de autocuración en su propio interior. Y cuando decimos esto no aludimos sólo al área de lo espiritual, sino a aspectos tangibles y medibles. Cuando vemos, por ejemplo, a la persona que amamos, nuestro cerebro segrega dopamina, oxitocina, y otras sustancias que generan verdadera salud a las células. Si, por el contrario, veo algo que me asusta, hormonas del estrés invadirán mi torrente sanguíneo. Como consecuencia de ello, se frenará inmediatamente toda la actividad regenerativa de mi organismo. Tengamos en cuenta que, diariamente, cientos de billones de células mueren y deben de producirse otras nuevas. Además, las hormonas del estrés deprimen el sistema inmunitario, y de ese modo, los virus pueden atacarnos con facilidad.

Por si esto fuera poco, pensemos que cada día aparecen células cancerígenas en nuestro cuerpo, las cuales son neutralizadas por el sistema inmunitario. Por ello, que este sistema se detenga aumenta considerablemente la probabilidad de desarrollar un cáncer.

Vemos que cada día la ciencia encuentra nuevas evidencias acerca de nuestra capacidad para curarnos. El potencial humano sigue sorprendiéndonos. Aprovechémoslo.