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El Indignado Burgués

Turismo político

Ojiplático me quedé. Servidor pensaba que ahora las cosas se hacían de otra manera, en virtud de la regeneración y todo eso, pero la foto del otro día de nuestros mandamases en el avión de Goteborg es digna de una película de Berlanga que estás en los cielos. Igualica que cualquier instantánea tomada en cualquier fiestorra de FITUR de principios de los 2000, en los días de vino y rosas a la que acudían todos, lo que se dicen todos, los alcaldes, concejales, asesores y chicos/as monos/as que se movían en el entorno de las instituciones y cualquiera que fuese algo. A tanto llegaba la cosa que si te encontrabas en esas fechas por la calle a algún conocido empezabas a sospechar que tenía una enfermedad incurable, y cruzabas sigilosamente la acera no fuese a ser que pensara lo mismo de ti. Era un principio de la física elemental que en la misma medida que Alicante se vaciaba de políticos, se llenaban las calles adyacentes al Bernabeu y los bares de copas (sic) de la zona.

Pensaba yo que aquello era un recuerdo del pasado hasta ver el repleto avión de Goteborg, lleno hasta las trancas de gentes varias de extracción política diversa encantados de conocerse, tan felices con su alcalde y presidente de la Dipu que les llevaban de excursión a los lejanos países del norte, a aprender de aquellos ciudadanos cómo se hace la promoción turística, en palabras de Echávarri. Y, es sabido, que para aprender hace falta no sólo que vaya un primer espada, sino el que toma nota de lo que el primer espada aprende y todos los curritos que se ocupan de que los primeros espadas puedan desenvainar (las espadas) adecuadamente. O sea.

Por no hablar de que si queremos aprender sobre promoción turística no hay más que preguntar a cualquier hotelero de Benidorm -¿no, Toni?- cogerse un avión gratis total es de las pocas cosas agradables que tiene un cargo público, tan presionado por otra parte por sus ciudadanos, con esa mal vida que todo servidor de sus congéneres lleva habitualmente. Todo el santo día de aquí para allá respondiendo a las exhaustivas demandas ciudadanas: que si un bache, que si un ficus que se seca, que si una copichuela de inauguración. Oficio duro para gentes acostumbradas a sufrir por el interés común que ven en esos viajecitos un rayo de sol en la oscuridad de sus vidas. Se lo merecen, diantre.

Y no digo yo que no haya que viajar, que en las ventanillas de los trenes de Franco existía un cartel que decía «Prohibido asomarse al exterior», y así nos iba, pero no sé yo si los alardes y desembarcos tipo vikingos pero al revés conectan con una ciudadanía un pelín hartita de que nos tomen el pelo los que decían que eran los otros -los malos- quienes nos lo estaban tomando. Curiosamente en el amor al viaje compartido no hay ideologías y PSOE y PP van de la mano como si se hubiese logrado la gran coalición del sueño marianista. Pueden pelearse en los medios, pueden odiar de boquilla a los contrarios, pero a la hora de la verdad caminan como un solo hombre, o mujer? hacia la escalerilla del avión. En pro de Alicante y su provincia, eso sí, que se me olvidaba.

Si no fuese bienpensante sospecharía que tras una concejala que ofrece regalías a sus amigos y unos equipos de gobierno que vacían las instituciones para subirse a un avión no se sucederá un «enriqueortiz» propio para cerrar de verdad el círculo. Aunque lo mismo no les hacía ni falta buscarse uno propio, que conozco a Enrique y le da igual ocho que ochenta y si se lo piden con buenas palabras, y hasta con regulares, no dudaría en ser su hombre (bueno, en realidad es al contrario, pero de eso los políticos no se dan cuenta hasta que no los tienen atrapados por los genitales).

Empiezo a estar de los sermones, de la supuesta regeneración, de la «otra forma de hacer política», transparencia y demás mandangas hasta el infinito y más allá y me pasa con éstos como con los clérigos y moralistas con doble vara de medir, esos del «haz lo que digo pero no hagas lo que hago». Tentado estoy de cogerme un avión a Goteborg, no tanto para aprender como para huir. Aunque es posible que también esa fuera la intención de la alegre muchachada de la foto, y lo digo más por las ausencias que por las presencias, ustedes ya me entienden.

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