Somos y nos hacemos mayores. Nuestro periódico decía en su titular de Elche: «Elche continúa perdiendo población, retrocede en nacimientos y envejece más». Este mismo titular lo hemos visto de Elda, de Alcoy y de tantas poblaciones nuestras. Pero analicemos las tres premisas del titular por separado.

La primera es la pérdida de población. Es obvio que España fue país de acogida para muchos inmigrantes cuando la expansión económica. Muchas de esas personas venían de nuestra querida América, y por eso fue fácil su convivencia y su vida con nosotros. Muchos de ellos volvieron a sus tierras cuando la jodida crisis nos dejó sin argumentos. Estas personas trajeron a muchos niños, y más que tenían que haber venido. Porque yo soy una persona que cree que la inmigración, bien gestionada. Es sinónimo de sociedad abierta, tolerante y enriquecida. Porque las personas que hacen de su nuevo país, su vida, son gente que aporta. Siempre he visto más beneficios a la inmigración que sus problemas, que también los tiene. Por eso creo que sociedades como la norteamericana han sido economías más prósperas, por su gestión de la inmigración y el crecimiento.

Seamos valientes y volvamos a abrir nuestras fronteras. Las personas que incrementen nuestros pobres censos municipales mejorarán nuestro futuro. Créanme.

La segunda premisa es el retroceso en los nacimientos. No dice que forniquemos menos, que seguramente lo hacemos más. Dice que nacen menos niños. No seré yo quien critique la decisión personal de cada uno. Lo que sí puedo compartir es que el estado no ayuda a que esa política familiar sea más numerosa entre nuestros jóvenes. La incertidumbre con la que se manejan nuestros procreadores es brutal. Pero no solo es eso. Vivimos en una sociedad de facilidades y se hace explicable que la gente no quiera complicarse la vida. El problema es la vida misma. Un hijo, o una hija, es una bendición de un dios o de un destino. En definitiva es la misma realidad vayas a la cultura que vayas. No se trata de fomentar los nacimientos a base de ayudas estatales, que también. Se trata de pensar qué tipo de sociedad estamos dispuestos a crear y compartir. Una sociedad sin niños, es una sociedad caduca. Y lo caduco, muere.

La última premisa es el envejecimiento. Somos una de las sociedades que más gente tiene con más de 100 años de existencia. Miren ustedes las esquelas diarias y observarán cómo sube la media de edad de los fallecimientos. Aquí no se quiere morir ni El Tato. El mejor sistema sanitario del mundo, la mejor alimentación y la forma de vida, tienen la culpa. La gente vive más porque también quiere vivir más. Somos una sociedad amarrada a la vida por nuestra propia dinámica optimista. Y no debemos perder ese horizonte. Por eso tanta gente viene a jubilarse, y a morirse, a este maravilloso país. Eso es bueno.

Pero somos más viejos. Necesitamos invertir esa tendencia para convertir esta sociedad en una sociedad con futuro. Si no hay niños en la calle, no habrá colegios ni universidades. Si no tenemos churumbeles, no esperemos nuevos trabajadores que se incorporen al mercado laboral para mantener nuestro sistema sanitario y de pensiones. Claro que un crecimiento de niños nos traerá problemas. Pero son más las soluciones que aportan que los problemas que traen. El verdadero drama para una sociedad envejecida es «quien cierra la puerta». No podemos estar esperando que muchos pueblos se queden sin gente para cerrarlos.

La sociedad que no tiene un relevo generacional es una sociedad triste y oscura. Ya sabemos lo que supone incorporar a mucha gente que ha venido de otros países, especialmente con nuestra cultura y lengua. Pero si nos quedamos parados, en una comodidad fúnebre, un día solo tendremos ancianos, solo seremos ancianos, en busca de ayuda. Cuanto antes refresquemos la sociedad, cuando antes incorporemos a inmigrantes a nuestras ciudades con niños, antes habremos comenzado a solucionar el problema. Y el problema no es otro que asistimos más a entierros que a bautizos.

Aunque las personas envejezcan con dignidad y cada vez mejor cuidadas, una sociedad vigorosa necesita del recambio generacional. O fornicamos más con intención de tener niños, o dejamos que vengan los que lo hacen, y quieren vivir aquí. Si son hispanos, mejor. No veo otra.