Rrecientemente la milenaria ciudad de Tarragona celebró el acto de inauguración de una plaza dedicada a la Unesco, en el transcurso del cual su alcalde se vanaglorió de ser una ciudad poseedora de cuatro nominaciones Patrimonio de la Humanidad, una de ellas de forma compartida: la Dieta Mediterránea.

Sería un 16 de noviembre de 2010, cuando el Comité Intergubernamental de la Unesco acordó inscribir la Dieta Mediterránea en la lista representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, declarando que la misma «es un patrimonio cultural inmenso y milenario, evolutivo dinámico y vital en peligro». Con tal reconocimiento se pretendía lograr la movilización necesaria para su salvaguardia.

En el documento de la candidatura transnacional se indicaba que «la Dieta Mediterránea es una práctica social basada en un conjunto de habilidades, conocimientos y tradiciones que van desde el paisaje a la mesa y que se asocian, en la cuenca mediterránea, a los cultivos, las cosechas, la recolección, la pesca, la conservación, el procesamiento, la elaboración, la cocción y especialmente la forma de consumir».

Durante el proceso administrativo de la candidatura ante la Unesco para la declaración de la Dieta Mediterránea como Patrimonio Cultural de la Humanidad, una de las instituciones que se significó en apoyo a la iniciativa, fue el Ayuntamiento de Barcelona con diversas actuaciones como la siguiente justificación realizada por el Institut Municipal de Mercats de la ciudad condal: «La red de mercados municipales constituye una de las piezas clave del tejido social de la ciudad de Barcelona, así como de los espacios culturales y cívicos de convivencia, donde se conjugan las actividades comerciales, lúdicas y culturales (?) ha aportado a la candidatura su análisis y experiencia cotidiana del papel secular de los mercados mediterráneos como espacios de intercambio de conocimiento, de relación y de socialización».

Por ello sorprendió enormemente el proyecto del Ayuntamiento de Elche -impulsado por el anterior equipo de gobierno municipal del Partido Popular- para la demolición del mercado central de la ciudad y su sustitución por un moderno centro comercial, con macroaparcamiento subterráneo, un gran supermercado, pistas de pádel y más de dos mil metros cuadrados de zonas hosteleras.

La actuación urbanística proyectada supondría la demolición del edificio donde desde hace más de sesenta años se ubica el entrañable mercado central de la ciudad, ignorando un informe de la Dirección General de Patrimonio Cultural de la Consellería de Cultura en el que se aboga por su conservación. Además, los trabajos arqueológicos realizados hasta el momento en el lugar, han sacado a la luz importantes restos de origen islámico, estando pendientes de efectuar nuevas catas en el propio espacio donde está previsto construir el nuevo edificio y el aparcamiento subterráneo, lo que conllevaría la destrucción de un espacio arqueológico de gran valor patrimonial al que la ciudad no puede renunciar. En definitiva, se destruiría en primera instancia el soporte de carácter material inherente a la del Patrimonio Cultural Inmaterial cuando la conservación de dicho soporte es condición sine qua non para el mantenimiento de la manifestación cultural, que fuera de su contexto verá como desaparecen sus significados.

Todo ello en flagrante contradicción con la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Inmaterial adoptada por la Conferencia General de la Organización Unesco en su 32ª reunión en octubre de 2003, ratificada por España en el año 2006 y posteriormente materializada en el Plan Nacional de Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, así como la Ley de Patrimonio Cultural Inmaterial aprobada por el Congreso de España en marzo de 2015 y en definitiva, la propia inscripción de la Dieta Mediterránea en la lista representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Un municipio como el ilicitano, que atesora cuatro Patrimonios de la Humanidad: El Palmeral, el Misteri, la Dieta Mediterránea y un reconocimiento también de la Unesco para el Centro de Cultura Tradicional Museo Escolar de Pusol, no puede mostrarse tan insensible con una institución cultural como sin duda es «el Mercat Central d'Elx» un lugar que además de conectar al pueblo con su historia, lo cohesiona y le infunde sentimiento de identidad.

Retornando al principio de este escrito, el alcalde de Tarragona finalizó su intervención en el acto inaugural asegurando que el valor patrimonial de su ciudad era «mérito del pasado, pero sobre todo del presente y del futuro», y concluyendo que «es nuestra responsabilidad trasladar a nuestros sucesores estas cuatro nominaciones». Ante dichas palabras tan solo resta desear que cunda el ejemplo.