Una buena parte de nuestros representantes políticos en los distintos gobiernos locales de Alicante han viajado a la ciudad de Göteborg, en Suecia, a fin de promocionar nuestra ciudad y sus bondades turísticas. A la cabeza, el alcalde de Alicante y el presidente de la Diputación, Gabriel Echávarri, del PSOE, y César Sánchez, del PP. Como reclamo, han plantado una pequeña hoguera en el centro de la ciudad y han invitado a paella a quien por allí pasaba en esos momentos. Naturalmente, los ciudadanos de a pie les hemos sufragado los gastos, de ellos y de la farándula que les acompañaba.

La idea instalada en muchos ciudadanos acerca de las motivaciones reales de ese viaje están claras: la clase política local se ha tomado unas pequeñas vacaciones rodeándose de jóvenes encantadoras y premiando a sus asesores varios a costa del erario público. Sirve de excusa la promoción turística de la ciudad y de sus fiestas, lo que aportaría divisas a la economía nacional y euros a la cuenta de ingresos de hoteles, restaurantes y tiendas de regalos. De tener éxito esta iniciativa, habría que animarles a que las repitan más a menudo. Rusia, Noruega, Dinamarca, Reino Unido, Alemania, Austria, etcétera, también merecen ser visitadas con tan festero séquito ofreciendo a los transeúntes de sus ciudades más representativas unas buenas dosis de paella alicantina.

Antes que nos tomen la palabra y propongan en un próximo pleno un nuevo tour turístico alguien tendría que decirles que no, que esto no es tolerable, que no se pueden reír del contribuyente de una manera tan descarada, que esto también es una forma de corromper las instituciones, que esto es hacer clientelismo político en un mundo tan proclive a ello como el que se sustenta dentro de las fiestas populares.

Para acallar al ciudadano crítico, anuncian a los cuatro vientos que este tipo de actos redundan en beneficio para todos, pues la llegada de turistas suecos a la ciudad de Alicante representa un bien en sí mismo, un bien que los ingenuos aún no habíamos podido constatar desde que en los años cincuenta del siglo pasado desembarcaron en Benidorm y ayudaron a su crecimiento. Basta ya de tomarnos más el pelo y de tomarnos por idiotas. Lo que nos puedan decir sobre sus bondades no es creíble, pues no es posible evaluar el hipotético beneficio que este tipo de viajes reporta a la ciudad, ni siquiera al sector turístico, ya que difícilmente podrá evaluarse económicamente algo tan intangible como el efecto de servir raciones de arroz con pollo gratis o desfilar por la calles de una ciudad haciéndose el sueco.

Hay otra motivación oculta en este paseo por Göteborg. Demostrar al Gobierno de la Generalitat que la política turística de la provincia que lleva a cabo la Diputación de Alicante, y cuyas competencias se discuten en el cap i casal, no pueden ser llevadas a cabo desde el ente autonómico, pues si quisieran copiar este modelo de marketing directo del que habla el alcalde de Alicante, la Presidencia de la Generalitat tendría que fletar una docena de aviones.

El FMI acaba de anunciar que nuestro país debe reducir el déficit de nuestras cuentas públicas aplicando «un ajuste fiscal considerable», es decir, con más recortes o con subida de impuestos. Parece que por aquí no se ha entendido bien y que gastarse 110.000 euros en un viaje para el ocio y disfrute de los faranduleros de la política debe entenderse como una prioridad social inevitable.