Acuerdo Transatlántico sobre el Comercio y la Inversión, conocido como TTIP, proyecto que se remonta a 1990 y se votó en 2013. Este acuerdo entre la Unión Europea y los Estados Unidos sumarían el 60% del PIB mundial y por ende unos 800 millones de consumidores. Estas negociaciones se están llevando a cabo en un ambiente de secretismo que resulta sospechoso. Europarlamentarios, en Bruselas, han podido acceder sólo a los «textos consolidados», pero se les retira el móvil, papel, bolígrafos, antes de ingresar a la sala como si se tratara de secretos militares. Y ahora España tendrá una sala para que diputados y funcionarios puedan consultar estos documentos y por supuesto sin móvil, papel y bolígrafos, tanto en España como en todos los Estados miembros de la Unión Europea. No tranquiliza que el Consejo de la Unión deberá aprobarlo por mayoría cualificada (55% de los Estados que representen el 65% de la población). Es mucho lo que está en juego.

Adoración Guamán, profesora de Derecho del Trabajo de la Universidad de Valencia, autora del libro TTIP: el asalto de las multinacionales a la democracia, escribe en una publicación de CC OO: «La eliminación de barreras arancelarias entre las dos potencias es, en realidad, una finalidad menor». Se pretende entre otros objetivos «el máximo nivel de eliminación de servicios». Significaría que las multinacionales tendrían acceso a los servicios públicos (Sanidad, Educación y otros). En cuanto a los derechos de los trabajadores, en la uniformidad, los europeos saldrían perjudicados: «De poco servirá apelar a los mínimos de la Organización Internacional del Trabajo porque, mientras España ha ratificado 133 convenios OIT, Estados Unidos sólo ha decidido aceptar 14 de ellos y ninguno es relativo a la libertad sindical», escribe Guamán.

Tanto secretismo se debe a que el proyecto intenta liquidar lo que queda del Estado de Bienestar, que es importante si se compara con lo que sucede en Estados Unidos. En nombre de la competividad se tenderá que los asalariados reciban «menos sal», se trata de competir con mercados de los llamados países emergentes en donde el nivel de vida es muy inferior al europeo. El TTIP, como el NAFTA (Estados Unidos, Canadá y México), perjudicará a las personas que viven de un salario, aumentará la precariedad laboral, los sindicatos tendrán menos posibilidades legales a la hora de plantear reivindicaciones. El secretismo que rodea al TTIP no es inocente. Favorecerá a las multinacionales que simultáneamente invierte en aquellos países menos desarrollados obteniendo enormes beneficios, en donde, por otra parte, refugian enormes beneficios evitando pagar impuestos.

El objetivo principal es que se trabaje más y se gane menos y si se protesta al menos multar a los revoltosos.