No hace mucho tiempo nos llamaba la atención alguna noticia que leíamos en la prensa, o escuchábamos en radio o televisión, acerca de crímenes macabros, o hechos de violencia exagerada. Sin embargo, ahora este tipo de noticias proliferan todos los días y se repiten con frecuencia en distintos puntos de nuestro país con hechos que antes eran patrimonio de civilizaciones antiguas, donde la sin razón de la violencia se erigía como la única forma de solucionar las cosas.

Pero ahora, el ejercicio de la violencia es la razón del que quiere ejercer el peso de «su verdad» sin más miramientos ni preguntas. Así, vemos que si alguien no está de acuerdo con una persona, o cree que ésta le ha hecho algo con lo que no está de acuerdo le manda uno o dos sicarios para ajustar las cuentas y «hacerle entrar en razón». De la misma manera, se ejecuta un crimen descuartizando a una persona y dejándola en cualquier lugar escondido, o se sigue matando a su pareja con crímenes de violencia de género en un goteo constante día tras día. ¿Qué pasará por las cabezas de estas personas que llevan a cabo estos hechos cuando los ejecutan? Nos preguntamos. Porque razones no habrá ninguna. No la hay nunca para matar. Pero, ¿qué lleva a una persona a actuar así? se pregunta la sociedad.

La situación actual es propicia para que se potencie la intervención de los criminólogos, los psicólogos y los sociólogos en nuestra vida diaria. Hacen más falta que nunca, y se les está dejando de lado porque, como vulgarmente se dice, gran parte de la sociedad, y en una cifra muy elevada -más elevada de lo que pudiéramos pensar-, ha perdido la cabeza y la razón, el sentido común y todos los sentidos del cuerpo humano que nos llevan a desarrollarnos normalmente. Y el problema es que para estas personas desarrollar normalmente su vida consiste en ejercer la violencia, o la presión de la fuerza para conseguir sus fines. Es «su razón».

Comprobamos cómo se atracan establecimientos comerciales con una violencia brutal, se entra en las casas y si hay alguien en ellas los agreden de manera exagerada hasta conseguir su objetivo. Pero en un plano inferior existen cada vez más ciudadanos que buscan siempre el enfrentamiento en sus relaciones con los demás. Y este hecho lo podemos ver, por ejemplo, en la circulación de vehículos de motor, donde la gente conduce amenazando constantemente al resto de conductores, y buscando la provocación. Hay personas que se levantan pensando con quién me voy a enfrentar hoy. A quién le voy a decir que desde su punto de vista ha hecho algo mal y se lo voy a hacer pagar por la fuerza, el insulto, la amenaza o el uso de la fuerza. La razón se ha perdido y muchas cabezas también. Y no estamos hablando de una enfermedad mental. Que muchas personas que desgraciadamente las padecen se portan mil veces mejor en sociedad que aquellos otros que dicen que están en perfectas condiciones mentales. Y ese es el verdadero problema, porque las reacciones que vemos en la sociedad en muchas personas no son normales. Desde la mayor gravedad de los delitos hasta hechos de violencia menor, pero que también habría que desterrar. La raíz de estas conductas corresponde a los profesionales como psicólogos o criminólogos, porque son hechos que deben ser tratados, al referirnos a reacciones cometidas por quienes se creen que actúan con normalidad en la vida diaria y luego llevan a cabo conductas violentas.

Quien se dedica al delito con frecuencia ya esperamos de él o ella lo que puede llegar a hacer, pero quien no se dedica a delinquir y realiza actos reprochables de enfrentamientos con los demás, de provocación permanente con cualquier persona con la que se cruce, o de violencia puntual que sería ya delito debe hacérselo ver, como suele decirse. Está llegando un momento que te das cuenta de que existen ya tantas personas con perfiles complicados en el trato que esta cuestión debe convertirse en tema de análisis y de estudio por la sociedad. Porque la escalada de estas conductas es continua y porque quienes no actúan de esa manera y utilizan en sus relaciones sociales la cordura, la búsqueda del entendimiento, la paz, y, sobre todo, la razón están viendo cómo esa otra parte de la sociedad quiere imponer la ley de la sin razón, de la fuerza y del enfrentamiento para conseguir sus fines. Y no se trata de hechos aislados, como antes decíamos. Se trata de una epidemia de conductas, de mal carácter, de odio y de violencia que en sus diversas escalas, desde el terrorismo hasta los hechos más leves, nos tienen que hacer reflexionar, pedir un tiempo muerto en la vida y preguntarnos qué se ha hecho mal para llegar a perder la razón tanta gente. Porque no son unos pocos. A los hechos que estamos viendo cada día en los medios y nosotros en nuestro día a día nos remitimos.