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En pocas palabras

El turista accidental

Desde hace un tiempo en mis salidas me convierto en ese turista accidental que no puede reprimirse a la hora de inventariar las infraestructuras culturales de las ciudades, con el fin de compararlas con las de Alicante. Me sucedió en Albacete, donde a la primera de cambio me encontré visitando la Biblioteca Municipal del Estado. El edificio data de 1989, tiene cinco plantas y un sótano, todos en uso, y aunque su exterior metálico puede engañar, el ladrillo visto de su interior delata la fecha de construcción, tan sobria y espartana, a la manera de tantos colegios públicos de la época.

Lo primero que me hizo salivar fue el horario. La biblioteca de Albacete, que no es capital autonómica, abre a las ocho y media de la mañana y cierra a las nueve de la noche. Vamos, que abre media hora antes y cierra media hora después. Pero es que también abre los sábados de 9 a 2, igualita que la nuestra, la olorosa, que permanece cerrada a cal y canto desde el viernes hasta el lunes. Hablando de olores, en la albaceteña no hay ni rastro de ellos. Ni siquiera en los aseos, impolutos en cada una de las plantas.

La biblioteca de Albacete tiene vistas al colegio de enfrente, las Escuelas Pías, pero el aislamiento de ambos edificios es bueno, de modo que no hay ningún tipo de sonido molesto ni siquiera al entrar y salir de las clases. La nuestra está enclavada frente a la playa del Postiguet. Por lo que no es difícil encontrar a ciertos visitantes usando sus baños para quitarse la arena de ciertas partes. Todo ello a pesar de la enorme vigilancia que pesa sobre sus instalaciones (en el hall de la de Alicante nos han prohibido comer o hablar por el móvil).

Me hizo gracia que las señoras de la limpieza, en Albacete, a mitad de trabajo, se sentaran como un lector más a consultar las revistas de la hemeroteca. Por cierto, allí están suscritos, entre otras muchas de las que aquí no llegan, a El Jueves. El pasado año elevé unas «desideratas» como lector publicaciones como Caimán. No sólo no han llegado a los expositores. Es que ni siquiera han contestado mi petición.

Desde que nuestro recordado Pepe Marín Guerrero, subdelegado del Gobierno autonómico en Alicante, descubrió la placa con el nombre de Azorín a sus puertas, no he vuelto a ver a ningún político en sus instalaciones. Deberían venir, conocer de cerca su situación e intervenir. El asunto es serio.

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