Conviene avisar con tiempo. Juan Antonio Ríos Carratalá participa esta semana en el coloquio de Historia del cine español dedicado a las adaptaciones cinematográficas. El programa fue grabado el pasado Lunes Santo, mientras llovía, pero mientras duró la hora larga de tertulia entre el catedrático alicantino, Eduardo Rodríguez Merchán, Andrés Lima y Elena S. Sánchez, la nave industrial a media hora de Madrid donde se han trasladado muchos programas (ay, el amianto, Prado del Rey, los Estudios Buñuel y los muchos problemas de TVE) sobraron luz, mucha luz, sentido del humor inteligente y amor por el teatro.
Lo que más me gusta de Ríos Carratalá es su humildad. Camina por la vida como si no hubiese hecho nada, cuando en realidad es uno de los mayores especialistas mundiales en figuras como Edgar Neville y sus coetáneos. Juan Antonio no para de escribir e investigar, enlazando un libro con otro. Poco a poco, sin prisa pero sin pausa, ha conformado un corpus homogéneo del que basta repasar unos cuantos títulos para comprender lo acertado de su campo de estudio, La memoria del humor, Cómicos frente al espejo, Usted puede ser feliz (la felicidad en la cultura del franquismo), Nos vemos en Chicote (imágenes del cinismo y el silencio de la cultura franquista). La presentación de este último ejemplar en la sede de la Universidad de Alicante, y su animado coloquio sobre la memoria histórica, constituyó un buen ejemplo de la templanza y la bonhomía que caracterizan al profesor alicantino, paradigma de la mesura.
Me da envidia Juan Antonio. Hace lo que le gusta. Disfruta enormemente con lo que hace. Y le pone voluntad al empeño. Sus obras divulgativas son, sencillamente, modélicas. Yo también disfruto, pero soy perezoso. Hasta para escribir mi memoria sentimental de La 2 necesito un impulso. Por ejemplo, el hecho de coincidir con Ríos Carratalá en el Teatro Principal, que remuerde mi conciencia.
