Tiempos difíciles para pactar. La cultura de los pactos necesita de una cierta aritmética y de un estado de ánimo. Porque como dice el refrán, «mejor un mal pacto que un buen pleito». Para pactar hay una premisa básica, hay que escuchar a todo el mundo, pero no darle la razón en todo. Pactar es sin duda renunciar a algunas de las premisas propias para sumar con el resto e intentar que, de esta manera, más gente salga beneficiada.

En esta etapa que arrancó con las últimas elecciones generales los posicionamientos de los pactos han sido bien distintos. Si el PP ganó por mayoría, se debía haber recomendado al perezoso de Rajoy que hablase con todos. Con todos. Es obvio que Podemos y PP tienen cero a compartir. Pero sentarse para decirse porque no se quieren, en esa cultura del amor del populista Iglesias, también es el juego del pacto.

Pero Rajoy jugó a la gallega. Y esperó ver el cadáver, o los cadáveres, de sus enemigos pasar. Todo se hizo por obra y gracia de un Mariano ansioso de otras elecciones que desinflen los suflés para volver a tener cierta fuerza. Puede salirle la jugada, pero morirá en el intento. Una nueva aritmética en la Carrera de San Jerónimo pedirá la cabeza de Rajoy, y el PP se la ofrecerá para salvarse de la quema final.

Los del PSOE pactaron con Ciudadanos, o al revés. Y el documento se llevó a sus bases que le apoyaron. A eso no ha dicho nada el demagogo de Iglesias. Porque las bases solo cuentan cuando te dan la razón. Muy típico de los movimientos populistas que ellos alaban. Si Maduro es denostado por el pueblo, véase la última elección del pueblo venezolano, eso se silencia. El PSOE se ha situado en el centro de la dinámica, pero su intento de pacto no es aritmético, es ideológico. Es el intento, si hay nuevas elecciones, de alzar el ánimo a los suyos y recuperar la socialdemocracia europea que piensa más en todos los europeos y menos en las regiones periféricas. No sabemos si el intento de pacto hará mejorar sus resultados, pero no parece que los empeore.

Pero en el tablero, quien ha querido manejar la situación ha sido Podemos. Han hecho de todo. Pedir carguetes, vicepresidencias, ministerios, referéndums, solo les faltó pedir la presidencia del Real Madrid. Que todo llegará. A mí no gusta un Gobierno con Podemos porque no creo que sean la solución, sino el problema. Porque el problema de las democracias son los totalitarismos y los populismos. Y las demagogias baratas e irracionales que preconizan tienen el recorrido corto tan pronto los conoces. Ya estamos viendo cómo colocan a los familiares en sus cargos aduciendo que son los mejores. Ya. Y ya vemos como se ha rebelado el pueblo griego ante la mirada al espejo de la mentira. Porque cuando tú prometes aquello que es imposible, tu engaño se vuelve contra ti.

Aquí que pacten lo que quieran, pero que se atengan a las consecuencias. Si usted cree que esto lo arregla Monedero al frente del Ministerio de Economía, Errejón al frente de la Policía y Bescansa como Ministra de Educación, con niño incluido, la próxima vez que nos llamen a votar, hágalo. Yo les digo que eso sería un desastre, pero no me iría de España. Esperaría ver el desaguisado para intentar convencer a la gente de que pactar se debe pactar, pero con aquellos que tienen un proyecto de sociedad real, no Alicia en el País de las Maravillas.

Cuando pactas intentas entender lo que piensa el otro, que tiene sus votos. Y ese pensamiento, del adversario siempre puede tener algo de positivo. A mí me preocupa siempre cuando dos personas piensan siempre lo mismo de las mismas cosas, porque entonces uno de los dos, no piensa. Y el ejercicio de pactar no puede ser ejercitar el sectarismo como arma fundamental. Ya hemos visto a muchos de estos populistas votar solo para los que les han votado. Y eso tiene tufillo antiguo, como una secta. No es el pacto de la burra. Pero pactar, pa ná, mejor que el pueblo decida. No solo los inscritos en la plataforma podemita.