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Si esto es un académico...

El otro día, el escritor, filósofo y académico Félix de Azúa se puso estupendo y faltón y mandó a limpiar pescado a la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. Eso del insulto es todo un arte que, al parecer, no se le da muy bien a tan insigne prócer. Seguramente ustedes la conozcan pero, por si acaso, les contaré una anécdota que ya me contaba mi abuelo. Estando en trance de encendido debate en el parlamento durante la segunda república un adversario político de Gil Robles le espetó la siguiente necedad, muy del estilo de la de Azúa: «Su señoría es hombre que aún usa calzoncillos de seda». Parte de la concurrencia se partía de risa ante la ofensa de sal gorda. José María Gil Robles esperó pacientemente su turno de réplica y, después de un brillante discurso contestó al insultador de pacotilla: «Por cierto, no sabía que la esposa de su señoría fuera tan indiscreta». Lo que viene siendo un zasca inteligente que tanto se lleva ahora. Creo que es invención del vulgo la coda con que se remata el aserto: «Dele su señoría recuerdos de "mis partes"», pero le viene de perlas.

Hombre, lo cierto es que el nada sibilino académico, por querer ofender a la alcaldesa, ha tirado por los suelos al noble gremio de pescaderos. Cuando compro pescado, a fuer de quedarme absorto ante la belleza de los frutos del mar (alguna vez he hecho fotos por si pudiera usarlas para pintar) me llena de admiración la destreza con que los pescaderos destazan, desescaman, desespinan y filetean.

No contento el flamante académico con el florilegio insiste en que la alcaldesa de Barcelona carece de formación para gobernar una ciudad europea. Picado por la curiosidad y por ver de cumplir con el mínimo rigor exigible a cualquiera que saca la lengua a pacer (servidor de ustedes), busqué la entrevista donde desparramaba sus lindezas. Efectivamente, viene a tildarla de analfabeta, tan analfabeta como una «pescatera» (podría colegirse). Lo de «pescatera» no fue un lapsus linguae porque lo repitió hasta tres veces. Yo desconozco el grado de formación de Ada Colau, así como el del gremio de pescaderos pero que un académico, cuya misión es limpiar, fijar y dar esplendor al idioma castellano le zumbe semejante patadón al diccionario que él mismo revisa, roza los lindes del surrealismo y nos da una idea de en qué manos está la lengua de Cervantes. No he tenido el gusto de leer nada de este insultador aficionado pero, visto lo visto, les aseguro que no me quedará lástima alguna si no lo hago nunca.

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