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Fernando Ramón

A tres semanas vista

No sé qué será peor, si las tres semanas que nos esperan hasta que se cumpla el intrincado calendario constitucional que nos aboca a unas nuevas elecciones generales, en caso de que no se constituya antes un nuevo gobierno, o la campaña consiguiente de los 55 días posteriores que nos conducirían a unas urnas que tendrán que luchar contra el hastío, la desidia y el hartazgo ciudadano. Los escarceos dialécticos de retomar una negociación que ayer dieron por rota las tres partes en cuestión serán una constante hasta el 2 de mayo. Además, con el antecedente catalán donde se alcanzó un pacto en el último minuto, hay quien sigue insistiendo en no cerrar ninguna puerta hasta que la convocatoria electoral esté estampada en el Boletín Oficial del Estado. Pero ayer ya se visualizaron rostros en los equipos negociadores de todos los bandos que dejaban entrever una ruptura cuasi definitiva y el preámbulo de unos discursos para atribuir, a unos y a otros, culpas y responsabilidades de toda esta incertidumbre que está dañando las frágiles estructuras de la recuperación económica. ¿Qué candidatos serán los que figuren en los carteles electorales? ¿Los mismos que el 20-D? ¿Se atreverán los aparatos de los partidos a cambiar con las perveras conclusiones que puedan sacar los votantes? ¿Qué nos pueden ofrecer los programas de gobierno? Pues visto lo visto, parece que única y exclusivamente la gestión del no pacto. Es decir, que para el PSOE y Ciudadanos sólo ellos han buscado, hasta la extenuación, que otros secundaran el acuerdo alcanzado entre las dos partes y son ellos los únicos que están limpios de provocar este desaguisado electoral, acusando al PP y a Podemos de tocarse desde los extremos en ese afán de que no pueda haber investidura posible. Los populares centran todas sus diatribas en Sánchez, quien, desde el mismo debate electoral, dejó bien a las claras que no iba ni a tomar un café con Rajoy y menos a sondear una gran coalición a la alemana. Mientras que Pablo Iglesias ha invocado, por activa y por pasiva, que sólo un pacto a la valenciana le iba a arrancar el apoyo necesario para que el líder socialista alcanzara La Moncloa. A partir de ese escenario, que está a tres semanas vista, todo será diferente y la voluntad popular de un pacto múltiple habrá quedado en vano. Tan en vano como imposible era alcanzarlo, tal y como se vislumbró desde el mismo 21 de diciembre.

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