En la sociedad siempre hay personas a las que es mejor no acercarse y que cuanto más lejos estés de ellas, mejor. Estas personas llevan por bandera una actitud hostil o de búsqueda del enfrentamiento. No puedes llegar a ningún acuerdo con ellas aunque te agotes intentándolo, porque la negociación y el acuerdo no están entre sus objetivos. Son abanderados del enfrentamiento y nunca se obtendrá una buena solución por más que lo intentes. Pero si se trata de personas a las que no ves con frecuencia el problema no existe. El conflicto se da cuando son personas con las que convives, y por ello una de las cuestiones más graves en la violencia de género ha sido la de no saber detectar cuándo se trata de una conducta violenta psicológicamente a cuándo se trata de una cuestión de mal carácter aislado.

En la mayoría de los casos para justificar la actitud de quienes tratan y han tratado a lo largo de la historia a sus parejas se apelaba al «mal carácter». Y se decía que el mal carácter no era delito. Que se trataba de una forma de ser y que esto no está castigado. Pero, además, siempre se ha dicho que en las cuestiones de puertas adentro de una casa no se debe dejar entrar a los ajenos, siendo este uno de los más graves errores que se ha cometido en el tratamiento de la violencia de género. Pero esta situación de la agresión verbal en pareja se ha dado a lo largo de los tiempos y se ha convertido en un tema sobre el que parecía que era tabú entrar. Las familias se han querido quedar siempre al margen de los problemas internos de las parejas y han preferido que los resuelvan entre ellos, como si fuera un coto cerrado en el que los ajenos a esa relación de pareja no pueden entrar. Y si en alguna ocasión alguien le ha hecho ver a quien así actuaba que no podía comportarse de tal forma, se defendía apelando a que ese era su «carácter» y que a estas alturas nadie lo iba a cambiar.

El problema, o la solución, es diferenciar lo que es el «mal carácter» y lo que debe entenderse como una actitud reprochable penalmente, porque esa barrera es importante definirla y, sobre todo, dónde está la línea divisoria que si se sobrepasa es cuando se está actuando ilícitamente. Lo que está claro es, en primer lugar, que el que actúa mal en su vida siempre trata de justificarse de alguna manera. Y así cuando alguien levanta la voz a otra persona, o le falta el respeto, se apela a que ha tenido un mal día u otros dicen que es una persona de carácter y que no hay que tenérselo en cuenta. Ese es el gran error, porque parece que quien se crea esa fama tiene una especie de pasaporte para faltar el respeto a todos los demás, y ampararse en su carácter para tener conductas con los demás que a estos le pueden afectar. El problema en la violencia de género es que esas conductas repetitivas a lo largo de los años se van incrementando en su gravedad y en su reiteración, creando en quien las sufre una situación de sometimiento, al no poder plantear ni una sola queja por miedo a que la respuesta sea todavía más grave. Al fin y al cabo, el que se ve rodeado de ese título de persona con mal carácter parece que hay que llevar cuidado con él, porque puede faltarte el respeto amparándose en que esa es su forma de ser.

Pero lo que debemos tener en cuenta es que una cosa son las conductas aisladas de malestar que pueden desembocar en una salida de tono que a todo el mundo le puede pasar y otra la actitud constante de acoso verbal, gritos, humillaciones y menosprecios que también se amparan en una actitud de «carácter». Pero quien ejecuta esa forma de ser con quien es su pareja le lleva a esta a quedar sumida en una situación de sujeto dominado del que cada vez es más complicado salir. Porque quien así actúa va tejiendo una tela de araña sobre su víctima para coartarle su capacidad de decir «basta». Y su opción de decir «ya no aguanto más». Y si en alguna ocasión se le reprocha su conducta se amparan en el traje protector de que son personas de carácter fuerte. Y ahí es donde hay que hacer un esfuerzo por analizar cada caso y distinguir lo que es una situación puntual a lo que es una situación conductual que permanece en el tiempo y acaba sometiendo psicológicamente a su pareja. Y esto último no será mal carácter, desde luego. Porque, desde siempre, el agresor tratará de justificarse y eludir su responsabilidad. Pero, lo que es peor, es que en muchos casos acabará culpabilizando a la víctima al decir que es esta última la que le hace actuar así. Inaudito.