La casualidad, que a veces es caprichosa, hizo posible la formación de un elenco de gobernantes que, sumado a los intereses económicos para los que trabajaban, estos grandes hombres de Estado decidieran, en un momento de solemne torpeza, consagrase para la Historia en una simbólica foto en las Azores. Sublime decisión que supuso un paso para su vanidad y mil años de retroceso para el planeta.

En Irak convivían chiítas y sunitas dentro de una calma condescendiente. Afganistán, si no hubiese sido bombardeada, hoy los afganos, dentro de su humildad evolucionarían en su propia cultura y Siria, la bonita, histórica y enigmática Siria, si en la llamada primavera árabe no la hubiesen abandonado a su suerte, hoy mantendría toda su belleza y sería una democracia. La humanidad podría seguir su curso natural si no hubiese sido interceptada por intereses particulares.

Porque los catastróficos acontecimientos que hoy se viven no se han producido de forma estacional como la caída de la hoja. No es necesario disponer de muchos conocimientos para comprender que la injustificada invasión de Irak (miles de iraquíes muertos tras los bombardeos) fuera la desencadenante de la explosión de esa olla a presión y, en consecuencia, surgiera todo un entramado yihadista. Las muertes sucedidas son imposibles de cuantificar, pero sí que sabemos del fortalecimiento del movimiento terrorista ISIS, de su acérrimo odio hacia occidente, de sus amenazas, de los atentados generados por todo el mundo y del éxodo de refugiados buscando asilo por Europa. No nos cabe ninguna duda de que estos gestores del planeta dejaron un resultado de graves consecuencias. Y, mientras ellos se iban de rositas a vivir a sus mansiones, la justicia universal se marchaba de vacaciones indefinidas.

Malditos gobernantes. Unos porque la liaron parda hasta el infinito y los otros porque la cobardía y la ineptitud les impide estar a la altura. Creen que la gran crisis humanitaria que está sucediendo se puede solucionar dirigiéndola hacia el otro lado del infierno, para así ellos sentirse más a salvo y garantizarse el voto de ese gran número de racistas que están brotando en sus propios países. El calificativo dado de la Europa de la vergüenza, después del pacto para cerrar las puertas de Europa a los refugiados de guerra, es demasiado generoso, porque al decir Europa implica a sus habitantes por igual, aunque nadie haya sido consultado y, por otra parte, porque la palabra vergüenza se queda muy corta cuando por medio entra la ruindad y el genocidio, porque las personas que están siendo deportadas desde Lesbos hasta las costas de Turquía saben que se las echa para llevarlas directamente a la muerte, porque delegan en un país que, como sabemos, no destaca precisamente por su libertad ni por el respeto a los derechos humanos ni por su seguridad. Hace unos días el periódico británico The Times publicaba que la policía turca había asesinado a tiros a dieciséis personas sirias, entre ellas tres niños, al intentar atravesar la frontera de Siria con Turquía.

La UE ha demostrado su incapacidad para hacer una política colectiva que sirviera para hacer frente a ese importante reto que se ha presentado como una inmensa y compleja prueba, es verdad, pero también como una oportunidad para mejorar las relaciones entre Oriente y Occidente, asignatura pendiente, importantísima, y hoy prioritaria. Han demostrado, con una visión muy corta, no entender nada.

Sin embargo, cuando los líderes políticos de las grandes potencias mundiales han visto peligrar su seguridad porque las explosiones van en aumento y en su propia casa, parece que podrán ponerse de acuerdo y movilizarse para evitar que el ISIS pueda organizarse para obtener material nuclear. Ahí sí parece que están prestos.

Imaginemos otro mundo sin tanto sufrimiento, donde todas las personas circulen libremente, sin muros, sin alambradas. Imaginemos otro mundo sin codicia, donde unos pocos no devoren los recursos finitos que dispone el planeta. ¿Es una utopía? Tal vez, pero gracias a las utopías el ser humano ha cumplido sueños y ha llegado mucho más lejos de lo que se esperaba.