Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El PP y la riada de la corrupción

La confesión de Enrique Ortiz supone un antes y un después en la investigación por la financiación ilegal que la Audiencia Nacional sigue contra el PP. Con independencia de que los motivos del empresario disten mucho de poder calificarse como ejemplares, puesto que no buscan facilitar una labor judicial que lleva mucho tiempo intentando torpedear y simple y llanamente se ha puesto a disposición de la fiscal para evitar la cárcel, por ahora, puesto que todavía tiene otros procedimientos abiertos, lo cierto es que es saca una instrucción como la de la Gürtel de ese borroso escenario en el que se encontraba y, de golpe y sopetón, la enfoca y pone negro sobre blanco un sistema tramposo utilizado por el Partido Popular para conseguir dinero con el que pagar ilegalmente sus campañas electorales. Pocas excusas y pocos matices caben a lo reconocido por Ortiz, que a buen seguro se verá ratificado por escritos similares de los empresarios que también están imputados en esta causa para lograr el mismo fin, no entrar en la trena. Sólo cabe resaltar, por su gravedad, que este sistema presuntamente se usaba para abonar gastos electorales, con lo que de perversión tiene del sistema democrático el que un partido juegue con cartas marcadas y con ventaja con respecto a sus oponentes.

Dicho lo anterior, lo que más llama la atención es cómo toda una fuerza política de primer orden está afrontando desde el inicio de las pesquisas judiciales todos los asuntos que la relacionan con la corrupción y en la que se han visto implicados, y condenados en procesos ya celebrados, destacados dirigentes de ese partido. El PP lleva años encasillado en la negación del problema, que ha terminado por reconocer con la boca pequeña, sin afrontarlo de una manera decidida, lo que se ha traducido en un tremendo desgaste político y en su aislamiento del resto de partidos, que huyen de cualquier posible acercamiento por miedo a contaminarse.

Nada ha ganado Mariano Rajoy empecinándose en mantenerse al frente del PP sin asumir la responsabilidad política que como máximo dirigente de esta fuerza le corresponde. Su estrategia a lo don Tancredo sólo ha servido para deteriorar terriblemente su imagen y bloquear cualquier posibilidad de que la aún primera fuerza política de España empiece un necesario proceso de renovación para dejar atrás su etapa más negra. Posiblemente, la estructura presidencialista de los conservadores, donde hasta el propio Rajoy fue designado por el dedo divino de José María Aznar, sea la responsable de mantener maniatados a unos militantes que hace tiempo se remueven inquietos e incómodos en un partido en el que ya no se reconocen. Esa, que puede ser la causa, no es razón suficiente para mantener callada ¿de forma cobarde? a la nueva generación de dirigentes del PP, que aún estando en segunda fila, se están quemando de igual forma que los ya socarrados primeros espadas, sin haber tenido siquiera la posibilidad de participar en la conducción del PP en estos momentos turbios y borrascosos.

El silencio cómplice de los que deberían salir a la palestra a gritar ¡ya basta! no hará sino empeorar las cosas, precisamente en estos momentos de formación de Gobierno donde el PP podría y debería participar de lleno si no fuera porque los casos de corrupción lo deslegitiman para sentarse a hablar del futuro de España, simplemente porque ni siquiera han sido capaces de arreglar su propia casa.

El PP debe, necesita, ponerse a caminar para no sucumbir y la única manera de dejar atrás la negra herencia de la corrupción es abriendo de forma urgente sus procesos congresuales. Puede que no sea momento para un cónclave nacional, a la vista de que aún no tenemos gobierno, pero sí lo es para territorios como la Comunidad Valenciana y Madrid, en el epicentro de la corrupción. Si Bonig y Cifuentes no dan un paso al frente ahora, se las acabará llevando la negra riada de la corrupción.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats