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Javier Mondéjar.

El Indignado Burgués

Javier Mondéjar

¿Nuevos políticos? (me carcajeo)

Conozco personas -incluso medianamente inteligentes- que creyeron que los tiempos estaban cambiando como en la canción de Dylan que una nueva forma de hacer política era posible. No contaban con la astucia innegable del ser humano para ocultar sus pensamientos y conseguir hacerlo todo peor que la generación precedente, o por lo menos igual en menos tiempo. Lo de la nueva y vieja política siempre me pareció un bonito titular, pero viendo qué clase de soldados se reenganchaban en los nuevas escuadras -en muchas ocasiones veteranos con el colmillo retorcido, gentes de aluvión o sencillamente personajes que no tenían nada mejor que hacer excepto nutrir las filas del paro- era fácil olerse la tostada.

Yo oí los gritos de algunos de los ¿nuevos? cuando políticos de los partidos tradicionales se pegaban con superglue al sillón y se negaban a devolver el escaño aunque les llamasen de todo. Era entonces una dejadez y una complicidad supina del PP o del PSOE con sus cargos electos, a los que respaldaban y con los que blandeaban más que una madre con su retoño cuando da los primeros pasitos. Está tan mal hecha la norma -aunque trata de evitar que los partidos sean todopoderosos- que un escaño es de su propietario mientras que no decida lo contrario y con su voto puede hacer lo que le interese en cada momento, incluido venderlo al mejor postor: Maruja a Zaplana o Tamayo a Aguirre, por citar dos casos que cambiaron la carrera de algunos y la historia de España. Estaría muy bien que el voto fuese de su propiedad las listas fueran abiertas y los políticos respondieran ante sus electores, pero evidentemente no es así y en el caso de los cargos públicos por elección, una vez que les han votado despídanse de ellos hasta las siguientes elecciones.

La Sra. o Srta. Belmonte ha dejado con las posaderas al aire a todos sus correligionarios, demostrando la vieja teoría del «chufla, chufla, que como no te apartes tú?» que le decía el maño a la locomotora del tren mientras deambulaba por la vía. Estaba claro que no tenía ninguna intención de apartarse por más inmoralidades que hubiera cometido (tampoco son nada del otro jueves, pero puestos a jugar con el listón de la moralidad se merecen un rasero muy bajito) o por más que se lo pidiera por las buenas o por las malas la asamblea, la coalición o el mismísimo Pavón. Es lo de siempre: alguien le habrá susurrado al oído que tal y como está la composición municipal un concejal es dios y de repente la concejala se ha convertido por arte de birlibirloque en la más importante de todo el ayuntamiento: más que el alcalde y los co-alcaldes tripartitos, mucho más que cualquier portavoz. Va a ser la niña mimada y el aceite de cualquier salsa.

Ya le pueden quitar competencias que se reirá en la cara del ingenuo que se lo crea, porque ella, ahora mismo, decide quién manda y qué se aprueba y tiene la varita mágica en modo voto decisivo para deshacer cualquier empate. Quien no era nadie ni nada, puede ahora modificar lo que le apetezca, bien por la vía voluntaria o convenientemente engrasada, si es que es susceptible de ser persuadida vía patrimonial o cuentacorrentista, que no lo sé, pero conozco casos. 14 contra 14 y decide Belmonte, que puede dar la alcaldía al PP si le apetece, acabar con el tripartito, mandar a Pavón a la oposición de nuevo (¡qué descanso para muchos!), rescatar a C's y hasta ponerse el mundo por montera en temas de concesiones, proyectos ikeísticos, basurillas y asuntos económicos diversos, que no son moco de pavo. Parece mentira lo que suma un solo voto, para que luego digan que ser concejal raso no sirve para nada?

Ahora ya pueden contar milongas, desde los que dicen que jamás utilizarán los votos de una tránsfuga a los que anuncian que nada va a cambiar y que ella sigue siendo fiel a sus principios. En esto, como en la traición, todo es ponerse: primero te niegas a dimitir «por responsabilidad y porque no has hecho nada malo y para que demostrada tu inocencia no se haya llegado a una situación de irreversibilidad», y de repente de Belmonte te transformas en Rita y luego en Maruja, porque los argumentos son siempre los mismos y más antiguos que la tos.

Ya me contarán las diferencias, porque yo no las encuentro y es así que los de Guanyar/Podemos han demostrado que son tan casta, tan partido viejuno, como cualquiera y que, también para ellos/ellas, Dimitir es un nombre ruso.

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