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Bartolomé Pérez Gálvez

Demasiados médicos

Me preguntan si nos encontramos ante un exceso de médicos en nuestro país. No es cuestión de consideraciones personales -siempre falta de todo- sino de evidenciar una realidad. Y es que, efectivamente, en esto de la Medicina también andamos un tanto inflacionados. Hace un par de décadas hubiera sido difícil de creer pero, en sus últimas estimaciones, la Organización Mundial de la Salud (OMS) sitúan a España como el país europeo con mayor tasa de médicos por población. Mientras en el resto del continente andan algo necesitados, con un promedio de 32 facultativos por cada 10.000 habitantes, en España disponemos de casi 50. Es más, si exceptuamos a tres pequeños países como San Marino, Mónaco o Qatar, solo Cuba nos supera a nivel mundial. Y, como verán, por razones bien distintas.

A la vista de estos datos, no andamos faltos de médicos; muy al contrario, nos sobran en una proporción desmesurada. De ahí que comparta la opinión de la Conferencia de Decanos y del Consejo Estatal de Estudiantes, contrarios a que siga incrementándose el número de plazas de acceso a las facultades de Medicina. La tendencia expansiva tuvo su razón de ser a principios de siglo, cuando nos situábamos por debajo de la media europea. Sin embargo, actualmente no tiene lógica que cada año se gradúen cerca de 7.000 nuevos médicos cuando apenas se convocan 6.000 plazas de residentes. Como resultado, anualmente se produce un excedente de 1.000 graduados sin posibilidad alguna de ejercer su profesión. O lo que es lo mismo, casi 50 millones de euros que el Estado tira a la basura cada año. Porque la universidad pública, no lo olviden, la pagamos entre todos.

Producimos más de lo que necesitamos y todo apunta a que esta tendencia seguirá por el momento. Tan disparada producción de facultativos no ha sido solo fruto de la necesidad sino también de la avaricia. Parece que una provincia no está en el mapa si no dispone de aeropuerto y de facultad de Medicina. Solo nos supera Corea del Sur pero, en este caso, es cierto que tienen un importante déficit de médicos para cubrir sus necesidades. Ya andamos por 40 facultades y en espera de crear otras siete. Poco importa que, para un país como el nuestro, la OMS aconseje una horquilla de entre 23 y 28 facultades. Tampoco el hecho de que la Universidad de Barcelona sea la única española que aparece entre las 100 mejores del mundo, a la hora de impartir estudios de Medicina. En ocasiones, la cantidad acaba riñendo con la calidad. Y esta parece ser una de ellas.

De seguir por este camino, en breve caeremos en una paradoja: dispondremos de un buen sistema de salud -mientras dure, que hay que cuidarlo- pero con una deficiente formación de pregrado. Tarde o temprano, la situación nos pasará factura. La universidad española no está dando muestras de disponer de los medios adecuados para mantener -mucho menos para mejorar- la calidad de la formación de los graduados en Medicina. Los conocimientos, habilidades y competencias propias de esta profesión no se adquieren en el aula, sino en la práctica clínica. Un cambio radical que, a la vista de la desconexión existente entre el mundo universitario y el sanitario -o, más concretamente, entre sus respectivos responsables- parece imposible a corto plazo.

Les hablaba de Cuba. Para el régimen castrista, la producción de galenos en serie tiene un objetivo bien distinto al de atender a su población. Los 50.000 médicos «internacionalistas» cubanos, que han sido enviados por su gobierno a cerca de 70 países -exclúyanse, obviamente, a los exiliados-, constituyen la principal fuente de divisas del país. El gobierno cubano hace caja con la atención sanitaria, estimándose que más del 10% de su Producto Interior Bruto procede de la comercialización de servicios sanitarios. Bastante más que los beneficios obtenidos por el turismo. Ya ven, en el paraíso del socialismo más casto y puro también se negocia con la salud. Eso sí, son más astutos que nosotros porque, mientras Cuba produce médicos para obtener beneficios, en España los condenamos al trabajo precario o a esa emigración a la que anualmente recurren 3.000 de los nuestros. Ni uno ni otro ejemplo acaban por convencerme pero, ya puestos, le encuentro más coherencia a la inversión cubana que al derroche español.

Efectivamente, a principios de siglo necesitábamos médicos. Se han hecho bien los deberes pero, una vez cumplido el objetivo, empiezan a sobrar. Sin embargo, en el sistema público de salud se echa en falta un ligero aumento de facultativos que mejoraría sensiblemente la calidad asistencial. La sanidad pública debería contratar a algunos más, pero de verdad y sin triquiñuelas. La Organización Médica Colegial (OMC) estima que el 80% de los médicos españoles han trabajado en el último año en el sistema público, independientemente de que también lo hicieran o no en el privado. Ahora bien, uno de cada cinco tiene un contrato inferior a seis meses y, en muchas ocasiones, apenas se limita a unas horas. En su mayoría se trata de contratos de sustitución o refuerzos puntuales, situaciones que no conllevan un incremento de plantilla.

Algo tendrá que ver, por otra parte, la planificación en la formación de especialistas. Seguimos presentando carencias en algunas especialidades mientras, en otras, superamos con creces las necesidades. Cabría esperar cierta relación entre el número de plazas de formación especializada que se convoca cada año y las necesidades reales del sistema sanitario. No parece que sea así. Por más que existan informes oficiales indicando dónde están las insuficiencias y dónde los excesos, la oferta no se ajusta a estas previsiones, como tampoco a las jubilaciones previstas a corto plazo. Otros criterios pueden tener más peso específico. Entre ellos, la oportunidad de aumentar los recursos humanos con mano de obra barata como son los propios médicos residentes. O el interés por obtener el reconocimiento que conlleva formar especialistas, aunque no se disponga de los medios -y el compromiso- necesarios para ello.

Discúlpenme si dibujo un horizonte gris, pero más injusto sería jugar con ilusiones y expectativas infundadas. Este año, en el sistema sanitario público valenciano se jubilarán menos de 300 médicos, mientras que iniciarán su residencia casi 600 nuevos especialistas e ingresarán 700 alumnos en las facultades de Medicina. El panorama es similar en toda España. Y los números, se miren como se miren, no cuadran.

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