Me estoy refiriendo a Podemos al que no considero siquiera un partido más. Lo considero un partido con una cabeza tan tozuda como orgullosa que mueve los hilos de sus allegados, hasta que, cuando discrepan de su disciplina, los corta sin remisión. Al más puro estilo leninista.

Salvo Manuela Carmena, que no es de Podemos, y Carlos Jiménez Villarejo, que sí lo fue, pero ya no lo es, nadie de Podemos o de su amplio entorno, se ha manifestado en favor de la abstención de la formación morada a cualquier gobierno de «derechas» que se pueda formar con o sin el PSOE. ¿Será que, como dijo Alfonso Guerra, «no salen en la foto si se mueven»? Sin embargo, si uno se atiene a lo que dicen los medios de comunicación, parece que la crisis abierta por el cese de Sergio Pascual, está relacionada con la existencia de un sector abstencionista dentro de Podemos, partidario de no ejercer el voto en la investidura de Sánchez. Muy ruidoso el prudente silencio de Errejón, ¿no les parece?

Qué duda cabe de que algunos medios de comunicación están sembrando discordia y cizaña entre los hipotéticos futuros votantes. Y surte efecto: las encuestas vaticinan, en caso de nuevas elecciones, un descenso notable en el otrora triunfante Podemos. Yo, y hago caso omiso al sentir de una parte de mis amigos que no compartirán mi afirmación, me alegra este hipotético descenso, desearía que cayeran en el saco de la mediocridad y aumentaran PSOE y Ciudadanos.

Pero tampoco me cabe la menor duda de que un amplio sector podemista estaría a favor de entrar en el pacto, pese al estigma que le colocan a Albert Rivera, y favorecer la investidura de Pedro Sánchez con una generosa abstención. Ignoro el esfuerzo en forma de concesiones de éste, y también las de Pablo Iglesias. Lo que es evidente que no se han juntado el hambre con las ganas de comer.

La prisa no es buena compañera de la astucia, sobre todo si aquella es excesiva. Pedro no está siendo nada hábil contando, a quien quiera oírlo, su visita a Tsipras para rogarle que influya en su amigo Pablo Iglesias para favorecer su investidura. Lógicamente, el mandatario griego no quiso entrar en cuestiones que no le atañen. Las prisas, como he dicho, le condujeron a un grave y público error.

Mediáticamente, sobre la base de un decisivo debate en el seno de Podemos, se introduce el bisturí a fin de cortar todos los tejidos de este grupo político. Si en febrero se buscaba separar cada una de las confluencias periféricas para que apoyaran el pacto PSOE-Ciudadanos, una vez fracasada la investidura de Sánchez, lo que se busca en marzo es contraponer a Podemos con facciones importantes, partidarias de abstenerse, si Pedro Sánchez reincidiera en su muy aventurera investidura. De esta manera, se inventan una discusión sobre el modelo de partido o la política de alianzas, que trasciende de ese, para ellos, agarbanzado pacto de Rivera con Sánchez, y que quede reducido a un pueril sí o no a uno de los posibles gobiernos que intenta formar la derecha. Y esta alianza, se piense lo que se piense, no es de pura derecha. Es la más concluyente y solvente que puede mover a este adormilado país. Dejemos ya el mantra de una izquierda pura, sin contaminar. No existe, es una burda mentira y si quieren fomentar o alentar a la izquierda, muy decaída últimamente, ayuden a este pacto. Es el único viable: para las PYMES y para la clase obrera, dependiente de éstas. Es lamentable que las formaciones lideradas por Iglesias, Garzón y Oltra, no se discute como ayudarla sino cómo combatirla.

Hay cuestiones que no tienen espera: los campos de concentración de los refugiados sirios, muriendo de frío y hambre y hacinados en Turquía por euros. El pacto anti yihadista tampoco dispone de espera. Europa se desangra y nuestras señorías, cada vez con menos señorío, se toman unas ociosas vacaciones. Ya nos lo demostró Bruselas el martes, ¿qué más quieren estos iluminados puristas de la izquierda para ponerse a caminar?

El olvido del programa izquierdista por el propio candidato Sánchez, si es que es así, es necesario e innegociable. No les entra en sus tercas seseras que esto es una Europa capitalista. Que el 36 se fue para no volver, que no puede servir de punto de partida para elaborar un proyecto progresista que plantea no pocos problemas a la izquierda. Que hasta La Habana se deja abrazar por los EE UU. ¿Qué más quieren ver?

El Partido Socialista, les guste o no, es un partido progresista, puede que no tan de izquierda como desean los sesudos puristas, pero supone un avance avalado por Ciudadanos y como he dicho por las PYMES, únicos y verdaderos garantes de trabajo y por ende de riqueza.

Repito, les guste o no. Lo demás, gloriosas utopías y antiguallas del pasado.