Miguel López Alegría, el primer astronauta nacido en España que ha viajado al espacio, contesta en una entrevista periodística que el Universo es tan inmenso, que no sería lógico pensar que seamos los del planeta Tierra los únicos seres con vida inteligente.

Y me parece lógica su deducción, como natural y aconsejable, en nuestro entorno más cercano, prestar atención a quienes nos rodean en nuestro trabajo, familia y ambiente, procurando con empatía generar sentimientos de ternura, generosidad, simpatía y comprensión, y en definitiva, relacionarnos con los demás con afinidad y cercanía, creciendo y mejorando como personas solidarias y afectivas.

Ya en un plano más cercano, el periodista interroga sobre los siete meses que vivió Miguel Ángel en el espacio cerrado de la Estación Espacial Internacional que es un centro de investigación en la órbita terrestre que está permanentemente tripulada y en la que rotan equipos de astronautas e investigadores, a lo que el entrevistado responde que fue una interesante experiencia y que la convivencia resultó bastante fácil.

Y me congratulo del éxito de la misma, pues contemplo la convivencia como interacción ente individuos, que buscan la prevalencia de los intereses colectivos guiados por el respeto y la comunicación, junto con el apoyo mutuo y la tolerancia, alejándose de comportamientos que pudieran dañar a otros, y es que aprender a resolver los conflictos amistosamente, y dar a quienes nos rodean su parcela de protagonismo y desarrollo, propicia la relación y el entendimiento.

Sigo leyendo la entrevista del piloto, ingeniero y astronauta, nacido en España, y nacionalizado estadounidense y, por un momento, pienso que me encantaría viajar al espacio, y poder percibirlo desde una privilegiada perspectiva que abarcara todas las formas de la energía y de la materia que imagino lo conforman, así como las leyes físicas que lo gobiernan.

Y me pregunto qué es lo que en ese viaje echaría de menos, y mi respuesta es aquello que no podría realizar en el espacio, como puedo hacer en este preciso momento, es decir, lo que no puedo ni debo aplazar, y miro al cielo, y sonrío, y abro los ojos, y me pongo a ello, y en este instante, hago lo que tengo que hacer, y lo que deseo, y vivo el presente, y me digo que me gustaría, si, por supuesto, viajar al cosmos y volar al espacio.