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Gobernar «a la valenciana»

Alguien tendría que explicar con urgencia a los «comentaristas» de Madrid pero también al líder de Podemos, Pablo Iglesias, el significado de un «gobierno a la valenciana». Resulta que la primera vez en tres décadas que la Comunidad protagoniza la agenda política de España lo hace con un juego de palabras semántico que, sin tener en cuenta el sentido real, Iglesias utiliza para arrimar el ascua a su sardina, en su beneficio personal y además sin ningún tipo de rigurosidad. Hay una notable diferencia, de hecho, entre el «gobierno a la valenciana» que salió de las elecciones autonómicas del pasado 20 de mayo con casi un año de gestión; y la propuesta que Pablo Iglesias está poniendo encima de la mesa como alternativa para cerrar una alianza con los socialistas de Pedro Sánchez.

Para empezar y después de 20 años al mando del PP, en esta Comunidad la izquierda sí alcanzaba de forma clara y nítida una mayoría parlamentaria. La suma de los socialistas, Compromís y Podemos superaba ampliamente los 50 diputados que conceden el control del hemiciclo autonómico. A la izquierda valenciana sí le salían las cuentas. En Madrid, el PSOE y Podemos, por contra, necesitan de otros actores para poder cuadrar la investidura. O cuentan con el apoyo de Ciudadanos; o esperan que se les unan Compromís, Izquierda Unida y los grupos nacionalistas. Un rompecabezas. Pero es que además, cuando habla de un «gobierno a la valenciana», Pablo Iglesias obvia otro «detalle»: Podemos no está en el Consell. No tiene ni un alto cargo. Es un Ejecutivo de coalición conformado a partes iguales por cinco miembros del PSPV -incluyendo al presidente Ximo Puig- y otros tantos de Compromís, entre los que se encuentra la vicepresidenta Mónica Oltra. Sin rastro de dirigentes de Podemos.

La formación que encabeza en la Comunidad Antonio Montiel ofrece únicamente estabilidad en las Cortes. Es verdad que suscribió el «Pacte del Botànic» -la base del acuerdo que aupó a Puig al Palau- pero también que Podemos «mueve» sus 12 fichas en el parlamento valenciano -ya perdió un diputado con la expulsión de la tránsfuga Covadonga Peremarch- en función de sus propios intereses. Por ejemplo, la investidura de Ximo Puig sólo la respaldaron ocho diputados -el resto se abstuvieron- para ofrecer la imagen de que no daban un «cheque en blanco». Y, posteriormente, los diputados morados ya se han posicionado, en alguna ocasión, a favor de iniciativas de control impulsadas por el PP.

¿Entendemos por tanto que cuando Pablo Iglesias habla de una fórmula «a la valenciana» se refiere a un gobierno en el que Podemos sólo va a ofrecer sus votos en el Congreso? De ninguna manera. Aunque, desde luego, la cita no es inocente. El líder de Podemos alude a una gestión compartida con los socialistas pero sin Ciudadanos, a los que en su día en el PSPV también llegaron a cortejar en la Comunidad para decantarse, al final, por el acuerdo con la izquierda. Podemos quiere mando en plaza y no un simple respaldo parlamentario a un ejecutivo monocolor «a la portuguesa», como sería el máximo deseo de Pedro Sánchez. O eso o a elecciones, otra diferencia con la Comunidad -una más- donde sí había una firme voluntad de cambio de ciclo. ¿Gobierno «a la valenciana»? Res de res. Ni en la aritmética, ni tampoco, desde luego, en la metodología.

Lo importante, en cualquier caso, no debe ser la semántica sino que ese discurso se traduzca, al final, en una agenda propia en Madrid. Una agenda que facilite un reparto justo de la financiación autonómica, en cuya distribución la Comunidad está a día de hoy discriminada; compensar con la deuda histórica parte de la carga que la Generalitat ha asumido con los rescates; y una porción de inversiones acorde a nuestra aportación al Estado. Eso sí sería gobernar «a la valenciana».

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