Ante el anuncio por parte del Ayuntamiento de comenzar una serie de actividades para proyectar la ciudad del futuro y redactar un Plan General, me propongo contribuir con mis reflexiones a ese proceso de creación del Elche del mañana.

Quiero comenzar por una pregunta clave: ¿Cómo se genera la ciudad? Para ello tengo que decir que encuentro tres formas distintas para generar ciudad: el urbanismo planeado, la gran obra pública o lo que en una reciente tesis doctoral Ester Giménez ha denominado «la ciudad subjetiva».

En primer lugar me referiré a lo que podemos llamar el urbanismo canónico. Recogido por nuestra ya nutrida legislación urbanística, comienza con la Ley del Suelo redactada por don Pedro Bidagor en aquel lejano 1954. Marcaba un urbanismo en cascada desde un Plan Nacional que nunca se desarrolló, pasando por planes provinciales y regionales hasta llegar al municipio. Lo que realmente pervivió y sirvió de base al urbanismo actual fue la instancia municipal y la redacción de los Planes Generales y su desarrollo mediante Planes Parciales. Y hay que decir que Elche fue un adelantado en el planeamiento llegando a disponer de Plan General antes que Alicante. El crecimiento de la ciudad, a partir de la aprobación de los primeros planes, debió seguir las indicaciones marcadas en el planeamiento incurriendo en infracción las realizaciones al margen.

Otra manera de contribuir a la configuración de las ciudades consiste en la realización de una gran obra que permita repensar la ciudad. El ejemplo más claro de esta manera de intervenir sobre la ciudad se dio cuando en el año 57 se produjeron las terribles inundaciones de Valencia. El Estado aprobó entre tres posibilidades «la Solución Sur», que suponía la creación de un gran aliviadero que permitía arrojar al mar las grandes avenidas sin inundar la ciudad. Junto a esta inmensa obra de hormigón se corrigió el sistema ferroviario, toda la vialidad de la ciudad incluso se repensaron barrios de acogida a los damnificados. Podemos decir que Valencia se adaptó a la modernidad y al progreso en base de la ejecución de una gran obra y no por el desarrollo de la planificación.

Tenemos que citar en este sentido la importancia que tuvo para Elche el enterramiento de la línea de ferrocarril que dividía la ciudad entre los que vivían por debajo y por encima de la vía. Y también en menor medida el encauzamiento del Canal de Riegos situado el sur. En Elche esta época coincidió, además, con un gran crecimiento poblacional y la necesidad de crear un nuevo Plan General. Era la década del primer gran progreso del país, que luego se denominó despectivamente «desarrollismo». Elche, como Valencia, se adentró en lo que hemos llamado la ciudad moderna. Y con ello vino el documento urbanístico de más calidad que se ha producido en la ciudad: el plan García Bellido.

Durante el último franquismo se produjo en Valencia un periodo de demandas ciudadanas que modificaron la configuración de la ciudad. Es esta tercera manera de crear ciudad a la que me refiero con el título de «ciudad subjetiva». Fue la época en la que yo estudié en Valencia y recuerdo dos campañas importantes: «El Saler per al poble» y «Volem el riu vert». La reivindicación del Saler se debía a un desdichado plan del Ayuntamiento valenciano para usar la dehesa del Saler como lugar de vacaciones. Lo más interesante de este conflicto fue que la racionalidad y la cientificidad que eran reclamadas por el urbanismo canónico se volvieron en su contra. Primero fue Rodríguez de la Fuente y luego el profesor Docavo quienes dijeron que se trataba de un auténtico atentado contra la naturaleza. Los valencianos se manifestaron también en contra de la utilización del cauce río, ya vacío, como autovía de salida hacia Madrid. Y esa reivindicación consistente en sustituir una autovía por un parque lineal en el cauce del Turia ha resultado fundamental para configurar la moderna ciudad de Valencia. Hay que señalar que en Elche también se produjo la demanda de una avenida del ferrocarril que no fuera una autovía urbana sino un bulevar.

Como vemos, el planeamiento y la gran obra configuran la ciudad, pero las reivindicaciones sociales y la demanda de cómo queremos que sea nuestra ciudad pueden llevar a reconfigurar el planeamiento. Animo, por tanto, a repensar sobre qué ciudad queremos y a plasmar en dibujos y documentos esa ciudad deseada.