Fue el psiquiatra y psicoanalista Jacques Lacan, quien acuñó este término del «estrago materno» para referirse a la relación patológica que, en ocasiones, se produce entre una madre y su hija. Se caracteriza por una omnipresencia y omnipotencia de la madre, frente a la frustración de la niña, quien queda relegada a una posición de objeto. Según lo describen diferentes representantes del psicoanálisis, cuando la mujer se convierte en madre, existe la posibilidad de que se concentre tanto en su nuevo rol de cuidadora, que se olvide de sus propios intereses. Que deje de relacionarse con sus amigos, de dedicar tiempo a sus hobbies, a su familia, a su marido; y desarrolle una sobreprotección. Si ahora el único sentido de la vida de esta mujer es cuidar a su hija, el día en que la niña crezca y se emancipe, su vida carecerá de objetivo. Una vez sea innecesaria su absoluta dedicación ¿a qué se dedicará? De modo que inconscientemente trata de evitar que su hija alcance esa independencia.

En las consultas de terapia encontramos con cierta frecuencia a madres que muestran claros síntomas de ansiedad y preocupación por sus hijas, que de forma casi obsesiva las llaman para asegurarse de que todo está bien, que consultan a médicos especialistas ante el más insignificante síntoma que detectan en ellas. Madres convencidas de que su hija está muy enferma, cuando realmente no es así.Como consecuencia, estas hijas presentan serias dificultades para dedicarse a sus relaciones de pareja, para centrarse en sus propios deseos y luchar por sus propios objetivos, para emanciparse económicamente, para llegar a ser personas adultas. En su lugar, encontramos historias clínicas plagadas de enfermedades psicosomáticas desde temprana edad, parejas poco duraderas, en muchos casos parejas que viven en otras ciudades y con quienes la relación se desarrolla online.

El trabajo del psicólogo, una vez identificada esta relación patológica, consiste en proponer a la madre que amplíe sus áreas de interés, que redescubra sus hobbies, que vuelva a quedar con los amigos, que reactive su matrimonio, usualmente adormecido. Con la hija, por su parte, se ensayan estrategias para posicionarse ante la madre, limitar el acceso que esta pueda tener a su vida privada, así como el número de llamadas, reduciéndolas a lo estrictamente necesario. Se trabaja de igual modo la ansiedad, la asertividad, la toma personal de decisiones? Así, puede llegarse a una madre que vuelve a recobrar su vida personal y a centrarse en sus propias dificultades, y una hija adulta, autónoma e independiente, capaz de establecer relaciones sanas con otras personas.