¡Ya está bien! No hay dios que aguante la absurda muerte a manos de unos asesinos que aprietan el gatillo de la «salvación» llevándose la vida de unos seres humanos. Claro que esto es una auténtica guerra. Porque no valen los mensajes de paz y reconciliación cuando son capaces de morir matando. Como no era posible acabar con el nazismo sin organizarnos en contra de la barbarie. Cuando la violencia se ejerce en protagonista sin más argumento que la muerte misma, no podemos esperar sentados el fin de la violencia. El ser humano, a veces, se convierte en el ser más despiadado y vil que haya construido la naturaleza. Y si no somos capaces de parar la locura de estos asesinos, nuestra sociedad claudicará y sólo reinará el mal.

Porque claro que existe el mal. Y claro que educando se puede evitar que alguien se convierta en asesino. Pero ese ciclo ya lo hemos terminado. Igual que los alemanes, educados ellos, fueron capaces de construir la maquinaria más repugnante que haya conocido la humanidad, igual hacen estos yihadistas. Aupados en su «superioridad moral» emanada de no sé qué religión, han decidido matar a personas para acabar con ellas. Ya está. No hay más razón, porque la sinrazón no tiene caminos razonables. Se trata de buscar argumentos, que no los hay, para matar a alguien.

Claro que estamos en guerra. Y en la medida que estamos inmersos en ella, no debemos cejar en el anhelo de acabar con estos asesinos. Todos los medios son necesarios. Claro que tenemos que bloquear su financiación. Claro que tenemos que controlar la venta de armas. Claro que tenemos que controlar los mensajes radicales de los imanes que están en Europa. Claro que tenemos que intervenir sus comunicaciones. Claro que tenemos que utilizar a nuestros maravillosos servicios de inteligencia, y a todos los cuerpos y fuerzas de seguridad, para perseguirlos. Claro que tenemos que tener una fuerza europea centralizada con toda la información compartida. Y claro que tendremos que actuar en cualquier parte del mundo donde se instruya a estos asesinos para matar como están matando.

Yo creo en la paz. Pero no estoy dispuesto a poner la otra mejilla hipócritamente mientras estos asesinos me den lecciones de «su vida». Contra la barbarie y el asesinato hay que utilizar la violencia. Porque si dejamos que se alimente el odio que significa matar sin consecuencias, nuestra civilización perecerá al yugo de lo que ellos quieren. La ausencia de vida y de libertad.

Como ellos piensan que la vida de un occidental no vale una puta mierda, nuestra respuesta no puede ser el diálogo vacío. Como no era posible acabar con el nazismo desde la diplomacia vacua. Hay momentos que, aunque seamos pacifistas, no podemos dejar de utilizar la violencia para parar barbaries colectivas. Yo no conozco otra manera. Claro que tenemos que seguir educando en la paz para que haya más gente que piense que matar no es la solución. Pero contra los matarifes, por favor, ni un ápice de descanso. Porque, ¿quiere usted despedir a su hijo en el metro y que se lo devuelvan en un ataúd asesinado por unos que gritan en nombre de un dios? ¡Ya está bien de «buenismos» con los «malismos»!

Por eso cuesta tanto ver a algún partido de «observador» del pacto antiyihadista. Y estos vienen a darnos lecciones de libertad y en contra de la ley mordaza. Y los que están para amordazarlos son a ellos. Porque después de ver esas escenas teñidas de sangre, estos de Podemos nos dicen que la solución es no firmar. Así que mejor con ellos no contamos. Somos más los que pensamos que nuestra Europa no se forja con identidades únicas. Que somos muy ricos en matices. Pero nuestra libertad se defiende con uñas y dientes. Nosotros somos libres porque mucha gente murió para defender los derechos humanos y así alcanzar la mejor sociedad europea que jamás hayamos soñado. Si para defenderla tenemos que ir a la guerra, habrá que ir. Pero los que no firman contra los asesinatos, que no me den ni una lección de humanidad. Ni una.

La violencia genera violencia, pero no combatirla es peor remedio.