Sean cuales sean las creencias que profesemos, lo cierto es que casi la totalidad de los seres humanos realizamos sacrificios en nuestra vida cotidiana, y ello puede conllevar ciertos problemas. Según la Real Academia de la Lengua, un sacrificio es una «ofrenda a una deidad en señal de homenaje o expiación». En sus otras acepciones, también se considera una «acción a que alguien se sujeta con gran repugnancia por consideraciones que a ello le mueven».

Ya se trate de ofrendas a deidades, o de consideraciones personales, lo cierto es que detrás de todo sacrificio, existe una creencia del siguiente tipo: «Si decido afrontar este sufrimiento, obtendré una recompensa». Esa creencia, suele estar enterrada en algún lugar tan profundo de nuestro subconsciente, que ni siquiera nos la cuestionamos. Y, sorprendentemente, suele ser falsa.

Una creencia falsa que nos empuje a realizar sacrificios en nuestra vida de forma permanente, puede ser la causa de la mayor parte de nuestros sufrimientos. Sería algo así como añadir una línea errónea de código de programación en un software.

Veamos ejemplos de algunas creencias que se encuentran a la base de algunos sacrificios: «Si soporto un trato injusto de mi amigo, me tendrá siempre en cuenta». Esta muy cuestionable creencia, puede llevarme a generar relaciones de amistad destructivas para mí, que probablemente nunca me aporten el beneficio esperado. Sin embargo, esa creencia dañina, errónea, no siempre se modifica por la experiencia. En ocasiones, contrariamente, podría reforzarse. Si, por ejemplo, tras soportar las vejaciones de mi amigo, este sigue sin tenerme en cuenta, puedo pensar que es por mi culpa, que algo debo de estar haciendo mal. De este modo, la creencia seguiría vigente, incuestionable: «Si soporto un trato injusto de mi amigo, me tendrá siempre en cuenta».

Diariamente nos sacrificamos desarrollando tareas que no nos aportan ningún beneficio, pero creyendo, que tarde o temprano, nos conducirán al éxito, de una forma supersticiosa. Cuanto más incapaces nos sintamos de alcanzar la felicidad por nosotros mismos, más recurriremos a los sacrificios.

La mayoría de esas creencias falsas y supersticiosas se generaron en la infancia, normalmente transmitidas por nuestros padres, quienes, con su mejor intención, trataron de adecuar nuestra conducta mediante estrategias como el miedo al «hombre del saco», o al «policía» que nos llevaría al calabozo si no terminábamos los deberes.

Sólo identificando esas falsas creencias podremos desenmascararlas, y simplificar nuestra vida hasta que sea tan libre y ágil como deseemos.