Hace unos días, un compañero me contaba una anécdota que me parece muy significativa: hablando con un empresario relevante de nuestra provincia, le explicaba que trabajaba para una multinacional muy exigente que tenía la sana costumbre de evaluar periódicamente el trabajo de sus proveedores y establecía un ranking de la calidad ofrecida por cada uno de ellos sobre determinados parámetros previamente acordados.

Dos años atrás, sobre 8 proveedores, el interlocutor de mi compañero le decía que habían obtenido la mejor calificación. Eran la empresa que ofrecía el mayor índice de calidad.

Sin embargo, un año después, en el mismo ranking, aparecían en el puesto número 6.

La pregunta era, ¿qué había provocado ese deterioro del servicio tan importante en solo un año? Realmente era preocupante por su posible impacto en la facturación si el cliente decidía repartirla entre sus proveedores en función de la calidad que ofrecían.

Y era extraño porque aparentemente no había ocurrido nada: los procedimientos de la empresa eran los mismos que el año anterior y sus ratios de calidad no habían empeorado en su análisis interno. Nada había cambiado.

¿Qué podía explicar, entonces, ese deterioro en la calidad percibida por el cliente? La conclusión era muy simple: los demás habían mejorado mientras nuestra empresa se había mantenido en el mismo sitio.

Me vino a la memoria, entonces, un pasaje de la novela Alicia en el País de las Maravillas, «-Bueno, lo que es en mi país -aclaró Alicia, jadeando aún bastante- cuando se corre tan rápido como lo hemos estado haciendo y durante algún tiempo, se suele llegar a alguna otra parte... -¡Un país bastante lento! -replicó la Reina-. Lo que es aquí, como ves, hace falta correr todo cuanto una pueda para permanecer en el mismo sitio. Si se quiere llegar a otra parte hay que correr por lo menos dos veces más rápido».

Este breve párrafo, publicado por Lewis Carroll en 1865, tiene ahora más vigencia que nunca en la gestión empresarial.

La globalización, la internacionalización de la economía, el incremento de la competencia en cualquier sector de actividad en que nos encontremos, exige que estemos mejorando continuamente nuestra propuesta de valor al mercado solo para mantener nuestra situación actual, y ser capaces de dar saltos cualitativos importantes si queremos mejorar nuestra posición.

La creatividad, la innovación, el equipo, el compromiso compartido por todos los que formamos la empresa, la visión, el desarrollo de valores compatibles con las exigencias éticas cada día más evidentes de la sociedad, son elementos que debemos alimentar si queremos tener éxito sostenido.

Así que, tal como explicaba la reina a Alicia, si quieres permanecer donde estás deberás correr con todas tus fuerzas; y si quieres avanzar, deberás correr aún más.