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Tomás Mayoral

Estética para Belmonte

En la vida civil, un error estético es combinar un pantalón azul con una chaqueta negra. No tiene mayores consecuencias: te llaman hortera o daltónico y a otra cosa. En la vida militar, un ejemplo de error estético puede ser confundirse de uniforme. En este caso sí puede tener secuelas, incluso letales: si me visto de negro ninja para batallar en la alta montaña puedo acabar el día como un colador. En política, un error estético es aún más grave que en el ejército. Verán ustedes por qué.

Maquiavelo, leído hasta el final (como manda Pablo Iglesias), ya estableció que los que se dedican a la vida pública tienen una ética propia que viene definida por el triunfo (bueno) o la derrota (malo). Es un eufemismo del ´todo vale´ al que, con nuestra callada aquiescencia, nos tienen acostumbrados los políticos. No se lo perdonamos, pero se lo consentimos. Sabemos que su día a día exige esa ética a medida ("el estado se defiende en los salones y en las cloacas", dijo lapidario, que no calcáreo, Felipe González) y lo asumimos como un peaje inevitable.

Pero esa ´customización ética´ requiere de un exquisito cuidado con las formas. Se puede jugar con la ética, que ya sabemos que es dúctil como la plastilina, pero no con la estética. Por eso ha sido tan sorprendente la afirmación de la concejala Nerea Belmonte, a raíz del temprano afloramiento de su ´compigate´ particular, de que lo suyo era un "error estético".

De entrada, es una excusa interesante y novedosa que demuestra que las lecciones de filosofía de la Secundaria no cayeron en saco roto. Una prueba de que avanzamos. Al menos en las excusas. Colijo que en el alma de este pretexto anida una perversa dicotomía: si me pillan, está feo; pero si no me pillan, no. Esto es, Nerea cree en el fondo que algo no está mal a priori, como diría Kant, sino que está mal en función de los efectos que produce su revelación pública y el escarnio correspondiente. La confusión ética lleva al desorden estético. Puede admitirse que no entienda, con la que está cayendo, el monumental error que supone beneficiar directa o indirectamente a una empresa de su entorno. Puede soportarse incluso que primero lo niegue, pero lo que no es de recibo es que, cuando no le queda más remedio que admitirlo, quiera llevarlo por los pelos al terreno, cree ella que más llevadero, de la estética. Lo ético es su problema. Ella verá. Pero lo estético, que es lo que se ve e insulta, es el nuestro.

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