Nerea, esa chica nueva en el Consistorio, empeñada en cambiar de oficio, adquirió en la página web «En un mundo morado», un kit de político. Ni corta ni perezosa, se fue a la sede del autodenominado movimiento de las gentes, consiguiendo que la metieran en la lista para las elecciones municipales. Y ahí está, desde este verano, de concejala de Podemos con su kit bajo el brazo. Echávarri, a la sazón primer edil del misterio del tripartito, que se resume en un solo alcalde con tres naturalezas distintas, tiene a bien entregar a la chica nueva en el Consistorio el área de Acción Social. No pierde el tiempo nuestro personaje y despliega los diversos componentes del kit de político de nuevo cuño. Saca el dado de concesiones, con rotulaciones en cada lado como «a mis amigos», «a mis conocidos», «a los de la cuerda», «nunca a nadie de derechas», «jamás a organizaciones eclesiásticas», «siempre a organizaciones seculares» y su cubilete morado, y comienza el juego de «a licitar».

Tras mover frenéticamente el cubilete, lanza el dado sobre su mesa, y la suerte depara que salga la cara que reza «a mis amigos», y entonces ella, en su inocencia política, se acuerda de unos amiguetes con los que compartió candidatura en su partido recién creado, y tiene a bien concederles la contrata municipal que depende de su área. La diosa fortuna así lo ha querido, es más, por si alguien protestara la adjudicación, los afortunados también cumplen con otro requisito del dado mágico, «a los de la cuerda». Compañeros con los que trabara amistad en esos círculos concéntricos, surgidos del pueblo, que tienden a protegerles del fascismo exterior tan extendido en el resto de la casta política. Pero además los mismos que conoció en sus primeros pasos en el movimiento, casualidades de la vida, recientemente han fundado una empresa ad hoc para estas ocasiones. Hay veces que las pintan calva, y tras un zas en toda la boca a toda conciencia, les concede la contrata sin más dilación. Todos contentos, ella porque por fin ha ejercido de concejala, de representante del pueblo soberano, y sus amigos, porque van a demostrar por fin que lo hacen tan bien como cualquier empresario capitalista que se precie.

Pero mira por donde los hados se articulan contra ella y su desinteresado interés, como aquel de las cajas de ahorro, y sin entender el porqué, comienzan a lloverle palos por acá, por allá y por acullá. Lo que era una balsa de aceite en la que desplegar sus pequeños veleros de la nueva libertad, se torna en mar embravecida, en tormenta que hunde su flota de sueños solidarios, y tiene que replegar velas, volver a puerto con lo que queda de armada social, y da comienzo, con el segundo desplegable del kit del político de nuevo cuño, la defensa de su tropiezo consistorial. Varios puntos como excusas preferentes aparecen en la cartulina, a saber: «la culpa es de los técnicos», «a mí nadie me advirtió», «el reglamento es interpretable», «los documentos eran de dominio público». Y nuestra heroína elige el de «la culpa es de los técnicos», que deben ser unos fachas que le han hecho quedar mal a propósito. Le pusieron los aviesos funcionarios los papeles a firmar, y desconocedora de su patraña, se dejó llevar por su candidez.

Nerea, como su propio nombre indica, sabe bien nadar, pero no ha sabido guardar su ropa, y sin recato ha enseñado sus vergüenzas morales a la sociedad alicantina en general y a sus electores en particular. Ni la ética ni la estética han acompañado su actitud y decisión en esta concesión estrambótica, que desde su pretendida alegalidad se ha convertido en una arbitrariedad que contradice el discurso tanto de su formación, como el de ella, cuando ponían como hoja de perejil a toda esa casta que ellos han terminado por sustituir en sus versiones más sectarias y sonrojantes. Belmonte se echa al monte, y sus mayores no se ponen de acuerdo por qué cara escalar para rescatarla de su vergonzante decisión. A solas y sin la presencia de sus socios de gobierno, Pavón y miembros de Podemos, sus otros socios en Guanyar, obligan a la díscola concejala a rescindir los contratos con sus amigos ante el escándalo público. Al comienzo de la Semana Santa, esa que tanto denostan, le obligan a una contrición pública, disculpas por su acción, y obvian toda expiación, sanción según su código ético particular. Otro caso más del desgobierno de un tripartito que comenzó con disputas por los sillones y que va camino de terminar su legislatura sin que sus principales actores hablen el mismo idioma.