Vamos a ver compañeros, que yo ya me estoy perdiendo, que empiezo a no entender nada. ¿De dónde venimos? Acordémonos, por favor, venimos de las asambleas populares, de callejear suburbios, de batirnos el cobre en manifestaciones con vecinos, colectivos, obreros, clase media deprimida y jóvenes sin futuro. Venimos de la calle, compañeros, de la ruidosa calle, a ella se lo debemos todo. ¿Y qué le prometimos? Que no la olvidaríamos. Que jamás la traicionaríamos. Que si lográbamos ocupar un suntuoso despacho enmoquetado comunicaríamos a todos los nuestros, a nuestra gente antes que a nadie, cada paso que diéramos en el proceloso laberinto de la gestión pública. Y a eso le llamamos transparencia, sacrosanto concepto del que hicimos cerrada defensa en las últimas elecciones. Y nos fue muy bien, compañeros, excelentemente bien. ¿Entonces? ¿Qué nos ha pasado ahora? ¿Por qué el compañero Pavón y el compañero Víctor y todos los demás se han negado a informar a nuestro pueblo del resultado de la reunión con la compañera Nerea? Sí, ya sé. El argumento era que primero debíamos decírselo a nuestro alcalde y socio, compañero Gabriel, para que no se enterara por la prensa, y que para eso debíamos esperar al lunes y no hablar con ningún periodista. Pero, hombre? No lo entiendo: acabamos de sacrificar la transparencia para tener contento al jefe y no era eso. ¿No? .Y lo de aguardar tantos días a hablar con el compañero Gabriel podía comprenderse en el siglo XIX, cuando todo se hacía a base de correo de postas, pero ¿ahora? ¿Tardar tanto ahora, en la época de los faces, los whats, los tuits y los ist? Y, ¿qué es eso de la prensa, por qué le tenemos tanto miedo? ¿Nos creemos de verdad que es un malévolo lobby al servicio de la reacción? ¿Hemos olvidado que precisamente desde el XIX ha sido la prensa la que ha garantizado la libertad de expresión, el debate crítico ante el poder, la posibilidad de que la calle, nuestra calle sin la que no seríamos nada, esté informada? ¿Hemos obviado que la bendita transparencia empezó por la prensa hace ya dos siglos? ¿Qué nos pasa, compañeros?
