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Jorge Fauró

Una nueva forma de gobierno: el galimatías

El caso del Ayuntamiento de Alicante, de su gobierno de tres patas compuesto a partir de lo que se supone es la izquierda social de la ciudad, constituye un caso con escasos precedentes en la historia de los pactos en la provincia. Después de más de 20 años de administraciones ininterrumpidas del Partido Popular, lo que se ha venido en llamar el tripartito lo tenía muy fácil para regenerar la ilusión de unos ciudadanos que durante décadas anhelaban la llegada de aire fresco a la institución municipal, enferma por la esquizofrenia de gobiernos unipersonales, una abyecta corrupción y sus últimos alcaldes forzados a abandonar el cargo por obra de amistades más que peligrosas. A nada que el tripartito hubiera ordenado el tetris municipal y dotado de cordura las relaciones entre la Administración y la sociedad cuyos bienes se gestionan, los partidos que conforman el triunvirato se habrían garantizado la anuencia de los votantes y la continuidad de un proyecto de ciudad capaz de sacar a Alicante de la mediocridad en que la han hundido los sucesivos gobiernos del Partido Popular. Pero llama la atención lo rápido que se ha apagado la llama ilusionante del tripartito. A Echávarri y sus socios, no sólo se les ha acabado el crédito en menos de un año, sino que no se aprecia proyecto, se gobierna Alicante a golpe de ocurrencia y las tres partes que componen el Ejecutivo no solo carecen de la coordinación necesaria para echarse esta ciudad a la espalda, sino que han comenzado ya a gobernar a la defensiva o al ataque, según corresponda, los unos contra los otros, socialistas contra Guanyar, Compromís contra socialistas y Guanyar contra ellos mismos, dado que la coalición que dirige Miguel Ángel Pavón está más preocupada de apagar los fuegos desatados entre Esquerra Unida y Podemos que de llevar a la sociedad de Alicante la ilusión con que los electores apoyaron la opción del cambio total. Es lo que se dice el reverdecer del modelo político más temido por la sociedad civil de cualquier comunidad: el galimatías. Poco se conoce de la gestión del tripartito. Poco, porque lo bueno o malo que se sabe de la labor de gobierno queda enterrado por las calamidades en que a diario nos sorprenden algunos de sus concejales. No hay quien controle a Marisol Moreno, por ejemplo. Dirige una de las llamadas concejalías maría, Juventud, de esas que apenas brillan más allá de las propuestas emanadas de los técnicos. Ahora bien, Moreno pasará a la historia del tripartito y de Alicante como la edil condenada por unos tuits de juventud que utilizó la maquinaria municipal para anunciar de qué modo satisfaría la sanción impuesta por los jueces. Pasará también por soltarse con ese exabrupto de que los concejales del PP acordaban asuntos de gobierno en un club de alterne, motivo más que justificado para su destitución. ¿Y dónde estaba el alcalde? Seguramente, preocupado en intentar destruir a Guanyar o en horadar, sin éxito, el prestigio de los periodistas cuyo oficio pasa por contar a la sociedad este tipo de desaguisados. Lo de Nerea Belmonte todavía dice menos en favor de la honorabilidad de un partido, Podemos, al que le salen llagas en la boca de tanto pregonar la pureza y echar por tierra la honradez de todo cuanto no tenga que ver con la doctrina pregonada por Pablo Iglesias. Ahora sabemos que todo ese discurso es una filfa, una mentira montada a mayor gloria de un partido al que le viene grande esto de la Administración, a la que desconoce por completo, y a la que ha llegado, como la castuza a la que dicen combatir, para beneficiar a empresas de amigos y para justificar esto último a la vieja manera de los concejales tontos de toda la vida, con la tradicional defensa de que la culpa es de los técnicos. Diez meses después de conformarse el Gobierno, los alicantinos ya saben que no hay proyecto, nada que no hayan conocido antaño y que haya movido a esta ciudad a gobernarse a sí misma al margen de su ayuntamiento.

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