La semana pasada tuve la oportunidad de dirigirme a algunos de los antiguos alumnos de la Universidad de Alicante en un desayuno de trabajo organizado dentro del proyecto institucional Alumni UA.

En otros países, estas redes de contactos de personas que conocen y se preocupan por su Universidad tienen una larga tradición y han sido extremadamente útiles en la redefinición de la Universidad y para conectar a sus alumnos con las necesidades y oportunidades laborales del entorno.

Aquí empezamos tarde pero la necesidad es clara. Con el aumento de las cifras del desempleo juvenil no hemos visto un aumento significativo en el número de alumnos que busquen en la Universidad la forma de completar su formación. Si bien el incremento en las tasas ha sido un problema importante, está claro que muchos jóvenes piensan que la formación universitaria no les ayuda a mejorar sus posibilidades de encontrar empleo.

Para cambiar esto es necesario, ante todo, mantener el nivel de exigencia individual y hacia nuestros alumnos, para lo que es necesario insistir en los valores tradicionales del esfuerzo, la exigencia y el mérito. La Universidad debe ser una voz autorizada, no por títulos ni tradiciones, sino por la altura moral e intelectual de sus profesores. A pesar de la difícil situación nacional e internacional en la que nos encontramos, la Universidad permanece muda a muchos de los grandes retos de nuestro tiempo. Vivimos tiempos difíciles. El fundamentalismo, la desconfianza, la corrupción y la mediocridad crecen como un cáncer que lo contagia todo. La Universidad tiene un papel clave en la denuncia de estos problemas y en la regeneración de nuestra sociedad mediante el ejemplo.

El rigor, el esfuerzo y el mérito, tan característicos del mundo universitario, son valores que deben recuperarse. Estos deberían ser también las señas de identidad de nuestros dirigentes en esta nueva etapa que, desgraciadamente, parece estar muriendo antes de nacer, ahogada por las luchas entre y dentro de los partidos, las ambiciones personales y la falta de altura de miras.

La Universidad debe mantener su autonomía e independencia y a la vez que colaborar de forma estrecha con las empresas que darán trabajo a nuestros estudiantes, en un esfuerzo por integrarse mejor la Universidad en la sociedad a la que sirve.

En cuanto a la necesidad de adaptarse a los nuevos tiempos, una de las claves consiste en apostar por la innovación y en la integración plena del uso de las nuevas tecnologías en el aprendizaje de los estudiantes.

Sobre este último punto me gustaría señalar que muchos de los trabajos que desempeñarán nuestros estudiantes no existen todavía. Por esta razón es muy difícil enseñarles contenidos y habilidades para trabajos que aún no se han inventado. Pero eso, en mi opinión, es un error preparar a nuestros estudiantes exclusivamente para lo que demanda el mercado hoy, ya en poco tiempo estas demandas van a cambiar. Lo prioridad, creo yo, es capacitar a nuestros estudiantes para que sean capaces de generar sus propias oportunidades, de desarrollar proyectos propios en equipo y de llevarlos a cabo con éxito.

En muchas ocasiones me preguntan por qué en EE UU, donde estudié y fundé Rive Technology, se crean tantas empresas tecnológicas de éxito. Mi respuesta es siempre la misma. En primer lugar, porque allí se desarrolla la mejor tecnología del mundo. No hay atajos para la innovación y el emprendimiento y es imposible competir sin el presupuesto, los recursos y la ambición necesarios para atraer a los mejores. En segundo lugar, porque tienen un método. Es decir, llevan muchos años transfiriendo tecnología por lo que han creado la cultura y los incentivos adecuados, pero también los procesos necesarios para asegurar el éxito de muchas de las empresas que se crean desde sus laboratorios.

Hace unos años, regresé a Alicante y hoy soy profesor en la Universidad para que otros tengan las mismas oportunidades que tuve yo aquí, en la Universidad en la que estudié. Hoy dirijo el Laboratorio de Nanotecnología Molecular de la Universidad de Alicante donde trabaja un grupo de jóvenes investigadores de enorme talento y de ilusión por hacer ciencia en España. Por eso me duele ver la situación en el que se encuentra la Universidad pública ahora. El aumento del coste de las matrículas y la reducción en el número de becas dificulta uno de los objetivos centrales de nuestra transición: educación pública y de calidad para todos.

Por otro lado, los recortes en investigación están provocando que se cierren laboratorios y proyectos en los que se llevaba trabajando años. La realidad es que hoy en día no hay carrera científica en España. Miles de nuestros mejores estudiantes abandonan el país, no por su voluntad sino por falta de oportunidades aquí. Sin jóvenes bien formados y sin descubrimientos científicos, ¿con qué emprendedores y con qué nuevas tecnologías vamos a construir las empresas del futuro?

La calidad de la Universidad depende fundamentalmente de la calidad de sus profesionales, de nuestra capacidad para atraer a los mejores y de retenerlos. Sólo si la Universidad es capaz de aceptar riesgos y responder a objetivos podrá fomentar el emprendimiento de forma creíble.

Estoy convencido del poder transformador del emprendimiento, entendido no sólo como la creación de nuevas empresas sino como una actitud frente a la vida, basada en la iniciativa individual, el liderazgo y la rendición de resultados. Asumir el riesgo de crear un nuevo proyecto, ponerse al frente de un equipo que lo lleve a cabo y consolidarlo son tareas que generan líderes capaces de transformar la realidad.

La cultura emprendedora devuelve el protagonismo a quien le corresponde, a la sociedad civil. Una sociedad que reclama con fuerza un papel más directo en la toma de decisiones. Una sociedad civil que demanda ser protagonista de su propio destino y a sus representantes resultados, transparencia y ejemplaridad.

Quiero aprovechar esta oportunidad para reclamar que también los empresarios promuevan las mejores prácticas y el emprendimiento dentro de las empresas. Los intra-emprendedores son fundamentales para mantener nuestras empresas dinámicas, innovadoras y competitivas.

Los que estamos en la Universidad trabajamos para que las cosas mejoren, pero no podemos hacerlo solos. Los que habéis estudiado aquí conocéis muy bien nuestras fortalezas y nuestras debilidades. Habéis dejado nuestras aulas y os habéis convertido en profesionales de prestigio. Trabajáis en sectores muy diversos y conocéis las necesidades del mercado laboral. Los antiguos alumnos sois nuestros mejores embajadores y una pieza clave para conectar a nuestros alumnos con la realidad profesional del entorno. Contamos con vosotros para construir una sociedad mejor desde la formación de nuestros futuros profesionales.