El otro día acudí a un encuentro organizado por la Diputación de Alicante, bajo el título de «Escenarios para la igualdad». Giraba alrededor del documental de Mabel Lozano Chicas nuevas 24 horas. Seamos sinceros, cuando Lozano presentaba las campanadas de Nochevieja en su época de starlette con escotes vertiginosos y la sonrisa puesta, ésa que aún conserva afortunadamente pese a su giro profesional, nunca habríamos pensado que le iba a dar por los documentales denuncia. Sin embargo, así ha sido, lo que nos demuestra que todos podemos reciclarnos si queremos. En el encuentro Lozano contó cómo, a los treinta y cinco, decidió reinventarse y estudiar cine. El documental de que les hablo narra con estilo realismo, algunas notas de crudeza y en un lenguaje directo y comprensible por todos, cómo la trata de mujeres de todas las razas sigue siendo una forma de esclavitud en pleno siglo XXI. Algo que la mayoría desearíamos que hubiera quedado ya completamente superado a fecha de hoy. Incluso, Lozano ha tenido la valentía de denunciar en su documental cómo los periódicos son cómplices de todo este negocio al nutrirse económicamente de los anuncios de prostitución que pueblan sus páginas.

La estela de este documental ha sido seguida por la periodista Charo Izquierdo, a quien conozco hace muchos años, que estuvo también recientemente en Alicante y que a raíz de su contacto con esta problemática y de su trato con Lozano decidió escribir el libro Puta no soy. No les quiero ocultar que ni el documental ni el libro son divertidos, pero sí considero que hace falta ver el uno y leer el otro. Aunque no nos guste la realidad que nos muestran, es necesario que sepamos que, en nuestro propio país, en Alicante sin ir más lejos, hay mujeres que están siendo obligadas a practicar la prostitución, mujeres que no le importan a nadie, a las que se les ha privado de los más esenciales derechos y que son tratadas como mercancía de un negocio que mueve miles de millones de euros cada año en el mundo. Mujeres cosificadas que no son más que un cuerpo, para desgracia y vergüenza de todos nosotros. Debemos aplaudir la iniciativa de estas dos activistas, alineándonos con el compromiso que ellas han contraído y ayudándoles en la medida de nuestras posibilidades a acabar cuanto antes con esta lacra. Empecemos por educar en la igualdad y el respeto.