Rita se confundía con las paredes, con el balcón del Ayuntamiento. En la madrugada, a la frescoreta, al mediodía, al caloret, pasaras a la hora que pasaras por la plaza, siempre la figura inconfundible de Rita dominando la balconada. Rita, saludando, agitando sus manos como infanta real, con su melena recién salida de peluquería. Se convirtió en una columna más, se confundía con el paisaje municipal, terminó siendo parte del atrezo consistorial. No era el Ayuntamiento de Valencia, era el Ayuntamiento de Rita, no era la casa consistorial era la casa de Rita. Un cuarto de siglo bien asentadas sus posaderas en el sillón de alcaldesa, con su traje de chaqueta, con su bolso, con su pañuelo al cuello, con sus collares de perlas, con su sonrisa cortada. Símbolo de una era, estandarte de un estilo de ganar, no ganaba, arrollaba, se salía en las urnas, elección tras elección para ofrendar gloria a su partido, gloria a su persona. Ella era Valencia, y Valencia se apropió de ella. Rita ganaba, Rita marcaba el paso, Rita de lo posible, Rita de lo imposible, patrona de concejales, advocación de militantes, admiración de propios y extraños. La Albufera, la paella y Rita. Mujer que todo lo hace posible, Rita de lo imposible. Rita, Rita lo que se da no se quita.

Noches de cremá la contemplan, media España la asocia a las mascletás, balcón municipal a reventar, peticiones de meses, reservas sin envidiar a las del Bulli, remedo del camarote de los hermanos Marx al raso, luces y sombras de gentes engalanadas para la ocasión, invitados de postín, Rita en su salsa. Rita rodeada de falleras, de la mayor y la menor con sus respectivas cohortes, de comisiones más festivas que obreras. Que tire el primer petardo el que no haya estado nunca junto a Rita escuchando el estruendo pirotécnico en el cielo valenciano. Rita de cartón piedra, ninot sin derecho a combustión, ninot a cuyo caloret se acercaban tirios y troyanos, ninot que hoy quema amistades, que enciende a camaradas, que provoca recelos. Ninot que aspira a ser indultado, ninot sospechoso de mal arder.

Rita de lo imposible, alcaldesa de los necesitados de suelto que recurren a ella para confiarle transacciones, esperando su intercesión, su mediación a la entrega de dádivas. Todos confían en ella, menos la madre parlanchina que con su hijo se atribula. Por los singulares méritos de tu vida política, por la perfecta unión con el Consell, por tu capacidad de aguante ante las embestidas del enemigo, por tu trabajo en la conversión popular de tantos, por tu sacrificio como madre regenta de Valencia, por tu ejemplar vida, Rita de lo imposible, escucha nuestra petición y abandona tu acta senatorial y ofrenda tu vida y gloria por nosotros, militantes de tu partido, así sea. Rita abogada de tus compañeros, esperanza electoral, refugio de mediocres, recurrimos a ti en este caso que oprime dolorosamente nuestro corazón, pero las cosas son lo que son. Maroto y Casado, tanto monta monta tanto, peticionarios de la instancia suplicatoria de tu despedida y cierre. No tapes con tu tozudez presencial las vergüenzas de otros en la Cámara Alta. Las otras dádivas, los aguinaldos fuera de tiempo que Sánchez ofrendó a los apóstoles de Puigdemont en el Senado español.

Rita lo que se te dio nadie te lo podrá quitar. Los veinticinco años rigiendo los destinos de tu ciudad constarán en los anales de los cronistas de la capital del Turia. Con ese donaire que te caracteriza, cógete del brazo de Besteiro, el primer político que dimitió de lo que nunca fue ni llegará a ser, y llévatelo, que no dé más la murga, que no nos tome el pelo a los que, por mor del nulo entendimiento entre los actores del Congreso, tenemos que tragarnos su vida y obras nada ejemplares que se resumen en diez imputaciones. Un viaje a Galicia siempre vale la pena, haznos un último favor, agárralo por la cintura e iros a freír espárragos.