Recientemente publicaba INFORMACIÓN una crónica de David Navarro, en la cual su autor exponía con todo detalle la diferencia entre 2007 y 2015 del esfuerzo que tenía que realizar un valenciano para comprar una casa mediante una hipoteca. Decía que en el año 2007, los hipotecados de la Comunidad tenían que destinar el 52,9% del salario medio para pagar la cuota mensual de su hipoteca, y en el año 2015 solo tienen que destinar el 24,5% de ese salario medio. También exponía las dos razones por las cuales se había producido esta circunstancia: la caída del precio de la vivienda y la bajada de los tipos de interés. En el año 2007, el interés medio que pagaba el hipotecado en el primer año fue del 5,18% mientras que en el año 2015 el interés era del 2,54. Remata acertadamente Navarro su crónica al informar que antes, las hipotecas tenían una duración media de 28 años y ahora ha bajado a 21, es decir, que a pesar de pagar en menos años, ahora las cuotas son más asumibles. A mi está noticia me parece estupenda, y en una época en la que casi todo lo que aparece en prensa sobre nuestra Comunidad son cosas negativas, merece la pena resaltar este dato que dice mucho y bien de las entidades financieras que trabajan en la Comunidad y de los valencianos. Yo esperaba encontrarme artículos de gente preparada y documentada en estos temas que resaltaran la noticia, pero al no encontrarlos me atrevo yo a hacerlo.

En los cuarenta años que he trabajado en banca, me jubile en el año 2000, siempre había visto que se cumplía un principio básico para las hipotecas: la cuota mensual a pagar por el hipotecado no debería superar el 30% de sus ingresos. Cuando se produjo la burbuja inmobiliaria comprobé que esa «regla de oro» saltó por los aires. La actuación de los dirigentes de los bancos y cajas de ahorro fue negligente, estúpida y avariciosa y las consecuencias ya las conocemos: quiebra de muchas entidades y condena de por vida a la pobreza a millones de familias.

¿Por qué se actuó de esa manera?, para mi esta es la explicación: en unos años en los que el precio de la vivienda se encarecía entre un 10 y 15%, los banqueros torpes pensaron que se podía dar hipotecas prácticamente a quien las pidiera, ya que en caso de impago se podía vender la casa y todavía existiría beneficio para el comprador y el banco. La llegada de la crisis y la caída del precio de la vivienda demostraron lo equivocada que fue esta política de préstamos.

Para los que somos de una generación en la cual para poder comprar un piso tenías que estar ahorrando previamente durante varios años para poder pagar la entrada, el ver como la gente se endeudaba, en ocasiones sin tener garantizados sus ingresos, nos parecía una locura, pero la culpa no fue de ellos, fue de los banqueros y de los agentes inmobiliarios que buscaban a los que vivían en alquiler y les decían «Estas cometiendo un error, con lo que pagas de alquiler puedes pagar la cuota de una hipoteca y es un ahorro que estás haciendo», ¿quién se resiste a esta oferta? En esta vorágine hubieron actuaciones que para mi rozan el Código Penal, me refiero a pedir el aval de los padres o autoavalarse dos parejas de emigrantes que no se conocían pero que tenían que figurar los cuatro para que los números saliesen. Estas prácticas han ocasionado que al no poder pagar las hipotecas el deudor arrastre en su caída a otras personas.

Todo esto se realizó durante muchos años y por lo tanto no se puede admitir que el Gobierno de turno no lo conociera, probablemente le pasó lo mismo que a los banqueros, pensó que la subida del precio de la vivienda no tendría fin, por todo ello el Gobierno es corresponsable in vigilando y por eso debe contribuir a solucionar el problema habitacional de los desahuciados.

Los datos expuestos en la crónica de David Navarro nos dicen que, al menos durante cierto tiempo, en la Comunidad Valenciana no se van a repetir estos lamentables sucesos. En unos tiempos donde todo son malas noticias, esto debemos celebrarlo.