Cuando oí por primera vez decir a un alto cargo político del PP que estaba en la política para enriquecerse quedé desagradablemente sorprendido, pues pensaba que se entraba en la política para defender ciertos intereses más o menos comunes, por obtener poder, por vanidad, pero nunca entendí que fuera para enriquecerse ya que para eso estaba la especulación financiera, la creación de una empresa o el ejercicio de una profesión lucrativa.

Intentando mirar por encima de la tapia de nuestro corral ideológico, objetivo nunca conseguido, vemos que lo que está sucediendo actualmente en España no es otra cosa que el reflejo de nuestra historia y nuestras condiciones geográficas. El aislamiento de muchas regiones, España es el país más montañoso de Europa central después de Suiza, ha dado lugar a la aparición de comunidades enfrentadas entre sí, donde el vecino no se ve como un colaborador sino como un extraño del que no nos fiamos, cuando no un enemigo; donde el grupo familiar y el amiguismo domina en nuestra vida pública y privada, y habiendo sufrido desgraciadamente una horrorosa guerra civil. Tenemos una gran dificultad de formar un gobierno de coalición, porque desde la transición nunca se había producido. Los actores de esta posible coalición son los siguientes:

El Partido Popular no puede encontrar ningún socio, ni realizar ningún pacto, pues el terrible tsunami de la corrupción se lo ha tragado entero. Está más pendientes de las comisarías, del juzgado de guardia y de las noticias diarias de corrupción que de proponer cualquier política que no sea la de subsistir. Un presidente que remitió los SMS a su depositario y senador diciéndole que fuera fuerte cuando ya sabía que tenía millones ocultos en Suiza, que ante la propuesta de que cambiaran las dos fiscales anticorrupción, contesta que es difícil pero que está en ello y cuando su depositario y senador le acusa directamente de haber recibido sobres en dinero negro, Rajoy no debió de estar ni un día más en la presidencia del gobierno, y si ha permanecido en el poder ha sido por la debilidad de la oposición, por el apoyo de todos sus correligionarios, y por cierta insensibilidad que hay en la sociedad española sobre la corrupción política. Pero actualmente las encuestas dicen que el 80% de los españoles desean que dimita de sus cargos. Una derecha como la que representaba el PP es necesaria, esperemos que se reconstituya.

El partido Ciudadanos, que en un principio se nos presentaba como la marca blanca del PP, ha ido evolucionando hacia un centro, donde ha sorprendido el acuerdo muy progresista que ha realizado con el partido socialista. El grave defecto de Rivera es que aún piensa que es posible un pacto, un acuerdo, o un consenso con un PP, sin darse cuenta que ya no existe como interlocutor, como no se renueve completamente.

El PSOE representa la socialdemocracia, que siempre ha tenido la dificultad entre el centro para asuntos económicos y la izquierda para derechos sociales. Un ejemplo paradigmático es el caso de Zapatero que económicamente no supo adoptar medidas de solidaridad social, obedeciendo ciegamente las órdenes que recibía de Bruselas, pero que en el aspecto social le debemos leyes como las de la dependencia, de la memoria histórica, integral contra la violencia de género, matrimonio homosexual, aborto dentro de plazo, divorcio exprés, y terminar con el terrorismo de ETA. El actual secretario del partido Pedro Sánchez ha ido evolucionando desde ser discutido y minusvalorado por su partido, hasta alcanzar un gran prestigio por su conducta honesta, de valentía y de prudencia que se ha echado de menos en otros políticos, siendo ya una figura insustituible para el PSOE.

En cuanto a Podemos ha representado y representa la institucionalización del 15 M y de una parte muy grande de la sociedad española indignada con un sistema político que ha dado lugar a unas clases o castas extractivas, donde la corrupción ha impedido una verdadera democracia (un Estado patrimonial en vez de un Estado de derecho) y retrasado el desarrollo económico. Su punto de partida, de no ser de derechas ni de izquierdas, ha ido lastrando su quehacer político, pues si su crítica era entendible y tenía grandes simpatías, por su populismo está perdiendo credibilidad. Presentarse ante la opinión pública diciendo que se ha reservado el puesto de vicepresidente y la mitad de los ministros antes de consensuar nada con su posible socio político el PSOE, demostró que sólo aspiraba al poder. Los insultos que realizó contra el PSOE, no saberse comportar en el acto tan solemne de la investidura, en camisa arremangado hablando de besos en los labios y que ofrecía su despacho para que dos diputados se conocieran amorosamente, demuestra una falta de prudencia total política y social. Decía Baltasar Gracián que en la vida lo más decisivo era ser prudente o imprudente. Pablo Manuel Iglesias ha superado con mucho la prudencia debida y exigida a un representante de una parte importante del pueblo español que quiere cambios para una política más solidaria y limpia; pero no un populismo intratable. Terminando por hacer la pinza al PSOE con el PP, como los tiempos de Julio Anguita en Andalucía. Esperemos que evolucione del populismo a una izquierda lúcida y responsable que se necesita.

Izquierda Unida no tiene credibilidad al no presentarse directamente como Partido Comunista, aunque su secretario Garzón dice estar muy orgulloso de ser comunista. Oponerse a la Europa de los mercaderes, al euro, negarse a un pacto con la burguesía, negarse a todo plan urbanístico, obra pública, turístico o comercial que huela a desarrollo capitalista, cuando lo correcto sería rectificar y racionalizar el desarrollo pero no oponerse sistemáticamente. Cuando además han renegado a sus tres principios básicos comunistas que lo diferenciaba de la social democracia: partido único, dictadura del proletariado, y socialización de todos los medios de producción. Tiende a desaparecer como todos los partidos comunistas de Europa.

Con relación a los partidos independentistas no suponen otra cosa que la continuación medieval de los antiguos reinos que aparecieron durante la reconquista con sus fueros, su pequeña nobleza, sus pequeños ejércitos y su propio sistema fiscal, agravado por utilizar su idioma propio como símbolo identitario. Dominados por los partidos conservadores, pasando por víctimas cuando son las autonomías más ricas, y encima con una corrupción galopante en Cataluña, cada vez obtienen más rechazo del resto de las regiones de esta España que nos ha tocado vivir a trancas y barrancas.