Últimamente en mi ciudad, en mi país, están pasando cosas raras de difícil comprensión, hechos que responden a lógicas absurdas, irracionales, como si los denominados hechos relevantes de la sociedad se tornaran en esperpentos propios de Valle Inclán, en remedos sin profundidad metafísica del surrealismo más grueso. Leo en INFORMACIÓN, estupefacto y algo confundido, que Coepa presenta concurso de acreedores debido a que Ayuntamiento y Consell no atienden sus demandas de auxilio, los pobres se han quedado sin un euro, qué tiempos más duros, que le pidan un préstamo a su icono Ortiz. Escucho atónito unas declaraciones del seleccionador Del Bosque, con ese buenismo apagafuegos que le caracteriza, en las que tacha a Piqué de persona con buena cabeza y responsable a raíz de la majadería del «piquescope». La policía nos advierte a los alicantinos y autoridades de la instalación de los Latín King, banda de jóvenes a los que tachan de violentos y peligrosos, mientras Manuela en Madrid les da cancha en las calles de la capital. Y así hasta reventar cualquier página que usemos para recoger tanto desatino, ni qué decir pasaría con los que estamos viendo a diario, y va para tres meses, en el Congreso de los Diputados, con los que sus señorías llenarían una enciclopedia.

Pero hay uno que me afecta muy directamente, en lo más profundo de mi ser, en las raíces de mi ideología en la política y en el sindicalismo, incluso me atrevería a decir en mi formación ética y moral ante la vida. En Sevilla, la Unión General de Trabajadores acaba de celebrar su congreso en el que ha salido elegido, con un margen escasísimo de 17 votos, el longevo secretario general de Cataluña, Josep María Álvarez como nuevo líder de la organización sindical. Hasta aquí nada que objetar, si acaso las más que posibles turbulencias que un resultado tan ajustado van a incidir en el desarrollo a medio y corto plazo de las políticas sindicales a llevar a cabo por la nueva dirección, que se verán afectadas por la lucha cainita que en cascada se mantendrá en el resto de organismos del sindicato. Pero en este caso, además de ir contracorriente con los nuevos aires de renovación de otras formaciones, ya que Álvarez es el más veterano de largo en acceder a la Secretaría General, lo más destacable y al tiempo más irracional y el culmen del despropósito de un sindicalista de clase, es sin duda el apoyo sin fisuras del ungido por el eufemismo «derecho a decidir», que no es más que el derecho a la autodeterminación.

Hagamos historia, reciente, de no más de cuarenta años hasta nuestros días, como si estuvieran viendo unos capítulos de Cuéntame. En 1976, la banda terrorista ETA anunció lo que se vino en denominar su alternativa KAS, Koordinadora Abertzale Sozialista, un chantaje al Estado en el que en su apartado fundamental se leía con nitidez: «Reconocimiento de la soberanía nacional de Euskadi, lo que conlleva el derecho del pueblo vasco a disponer con entera libertad de su destino nacional y la creación de un Estado propio». En 1979, reformó la banda sus propuestas, pero lo sustancial seguía en el texto: «Reconocimiento de la soberanía nacional de Euskadi. Derecho de autodeterminación incluido el derecho a la creación de un Estado propio», para terminar proclamando en 1979 que ETA «debía negociar con el Estado la aceptación por éste del derecho de autodeterminación, y del ámbito territorial vasco que defienden los independentistas». Por este punto, y únicamente por él, han sido asesinados cerca de novecientas personas en España y más de un millar de víctimas siguen afectadas por actos terroristas, además del perenne dolor de familiares y allegados.

Si después de toda esta barbarie, después de todo este sacrificio personal y colectivo, si tras aquella marea humana de manos blancas ante el asesinato de Miguel Ángel Blanco, hay personas que dicen no ser independentistas y que pretenden que en Cataluña se proceda a una «consulta» en la que únicamente los ciudadanos catalanes puedan decidir su continuidad o no en España, todo lo sufrido no habrá servido para nada, toda muerte habrá sido inútil, todo sacrificio habrá sido baldío. No hay más ciego que el que no quiere ver. Es un auténtico dislate que la UGT se vea dirigida por quien, subvirtiendo los valores esenciales del socialismo y del sindicalismo, se instale en el más rancio aldeanismo de principios del pasado siglo, cuando Europa, con muchos esfuerzos y venciendo toda clase de dificultades, se encamina por la dirección contraria. La trayectoria de Álvarez como muñidor y superviviente de razias no tiene rival, su postura es más política que sindical, y por supuesto traiciona al internacionalismo sindical cuando da su apoyo sin ambages a la autodeterminación del pueblo que le acogió en su día cuando abandonó su Asturias natal. La prueba del algodón: las alabanzas sin fin que le han dedicado los soberanistas. Cercanos al cuatrocientos aniversario de la muerte de Cervantes, viene a cuento aquello que nunca le dijera el noble y viejo hidalgo a Sancho, pero que el imaginario popular le atribuye a Don Quijote: «Cosas veredes que faran fablar las piedras».