El 8 de marzo se ha convertido en una fecha tan destacada que concita numerosos encuentros de mujeres en torno a la cuestión femenina. Yo en el mismo día acudí a una numerosa comida benéfica en el colegio El Valle, organizada por este centro y Rotary Club Alicante, y a una mesa redonda promovida por AEPA. Y fue tal el buen ambiente pro mujer de ese día que me sumí en una ensoñación, acerca de que estamos rozando la igualdad real entre hombres y mujeres.

Sin embargo, la mujer sigue siendo el eslabón más débil de la sociedad, como demuestra que la prostitución haya aumentado con la crisis, siendo el perfil medio de la prostituta el de una mujer extranjera, joven, de bajo nivel formativo y con hijos a cargo en muchos casos, como indica el reciente informe de Cáritas. Esta institución reclama que los poderes públicos dejen de hacer la vista gorda ante semejante problema.

Por otra parte y para mi descontento, las respectivas actuaciones de dos destacadas mujeres durante esta semana me han devuelto a la realidad.

La primera, la de Ada Colau en el Salón de la Enseñanza de Fira Barcelona, ante dos militares presentes en el stand del Ejército. Es claro que esta señora nunca debió llegar a alcaldesa, y menos de una ciudad de la envergadura de Barcelona. Se ve que Colau es tan antisistema que paradójicamente, aunque tal vez debido a ello, no es capaz de respetar las opciones de otras personas, en este caso de los miles de jóvenes que quieren hacer carrera militar. Comparto la indignación y la protesta del ministro Morenés.

El otro tema que me bajó del guindo fue lo del «yogui compi» de la Reina a López Madrid. Que una mujer a la que tengo por tan lista cometa semejante error de bulto de los que cometía antes, ha sido la puntilla. Y es que lamentablemente las mujeres seguimos necesitando demostrar mucho más que los hombres para poder equipararnos a ellos y estos tropezones no nos los podemos permitir, porque entorpecen sin duda la vía de la normalización. Algo que va mucho más allá de ponerles faldita a los semáforos.