Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

José Estruch, el director teatral que se despojó de lo superfluo

El Mediterráneo acogió las cenizas del director teatral alicantino José Estruch, fallecido en 1990. El desenlace no carecía de simbolismo. Con sus restos en el mar de su ciudad natal, volvía a casa tras una vida azarosa que, tras la guerra civil, tuvo que transcurrir en un exilio compartido en Londres y Montevideo, hasta que en 1967 se instaló en Madrid como profesor de la Escuela de Arte Dramático. Meses antes de su muerte, Estruch recibió la llamada de Adolfo Marsillach, director del Instituto Nacional de Artes Escénicas del Ministerio de Cultura, que le comunicó la concesión del Premio Nacional de Teatro. «Tu labor ha sido muy importante en el último medio siglo», dijo.

La conversación la relató Estruch a un periodista y la ha recordado Vene Herrero, actriz vasca y autora del libro José Estruch: el teatro como nexo identitario, resultado de su tesis doctoral en Historia y Teoría del Teatro presentada en la Universidad Complutense de Madrid. Vene Herrero, que llegó a la Real Escuela Superior de Arte Dramático tras jubilarse el alicantino, sólo pudo verle en un taller al que asistió después, suficiente para que despertara en ella el interés por su legado.

La vida de Estruch nos desvelaría tan sólo un itinerario largo ligado al teatro. Iba para ingeniero agrónomo pero la guerra interrumpió sus estudios, y aunque tuvo algún contacto teatral en los años treinta, acompañando a La Barraca, fue determinante para él que en su exilio de Inglaterra atendiese a niños vascos refugiados. Al verificar que estos hablaban el castellano cada vez de forma más incorrecta por su estancia en el extranjero, lo remedió ayudándoles a interpretar teatro clásico español. La experiencia aumentó al acompañarles a ver teatro en inglés, presenciando entonces a jóvenes actores llamados a ser figuras de la escena británica: Lawrence Oliver, Alec Guiness, John Gielgud. Su traslado a Uruguay le convirtió en un profesional de la dirección teatral.

Estruch contribuyó a la renovación siguiendo teorías que se extendían frente a un teatro anquilosado. Su dirección de obras griegas -Aristófanes, Esquilo-, del Siglo de Oro español y del teatro isabelino -Lope de Vega, Cervantes, Shakespeare-, o del siglo XX -Valle-Inclán, García Lorca, Ionesco- se sumó a ese sentido moderno. La consagración del texto a la representatividad de la obra, la adaptación de clásicos a la comprensión del público contemporáneo, el uso del verso para decirlo -no para declamarlo-, la escenificación como trabajo colectivo sin sumisión al divismo, o el actor saliendo de sí mismo para dar entrada al personaje, caracterizaron su magisterio, no exento de minimalismo. «Al verdadero teatro -dijo- le basta una plataforma, una cámara negra, un texto y unos actores que reciten. Es necesario despojarse de todo lo superfluo».

La celebración del centenario de su nacimiento en 2016, impulsado por el Teatro Principal de Alicante, el Ayuntamiento de Alicante, el Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert y la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, desea ser la coartada propicia para anular su olvido.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats