Parafraseando el inicio de la poesía de Miguel Hernández, quiero hacer una descripción de lo que ahora podría decir nuestro poeta, en consonancia con lo que ocurre en nuestra sociedad, con las actitudes de sus ciudadanos respecto de quién les gobierna. Aunque en el fondo de su poesía trasciende nuestro entorno local, yo acabo por interpretar en cierto modo lo que diría, pensaría y/o escribiría.

Es por lo que he cambiado la primera palabra de su poema. Y Él diría ahora: Yo soy de un pueblo de bueyes y como ciudadanos, nos hallamos enganchados a un yugo maligno, conducido por unos perversos troyanos que cual ratones, metidos en un gran queso, han reducido, nuestro entorno a un cascarón podrido, exprimido y falto de toda materia. Han acabado con la limpieza de espíritu que caracterizaba a sus ciudadanos, que acabarán siendo al final el fiel reflejo de sus autoridades. ¿Autoridades?, ¿Qué autoridades? ¿Donde están esas autoridades en los que en otras épocas, además de su humildad, se transparentaban sus buenos sentimientos, que eran el espejo de la bonhomía, la seriedad y la ecuanimidad, como reflejo de una sociedad sana y limpia? ¿Dónde está el cumplimiento de la palabra dada, que era el paradigma del ciudadano normal? Ahora no, ahora cualquier miserable puede resultar autoridad, por mor de que alguien lo pegó en una lista electoral para que levantara la mano a sus órdenes y cobrara por ello; y, lo mas grave, que siguen en sus puestos a pesar de imputaciones y condenas que en otros tiempos les habría hecho hasta emigrar de su tierra.

Siendo malo que esto ocurra con bastantes autoridades, lo peor no es que ellos resistan y no se marchen, lo peor es que los ciudadanos de a pie, los mismos que con sus graves equivocaciones les han hecho autoridades, ven todo esto como los bueyes y miran casi con afecto al labriego de turno que les hostiga con su pica esperando ser conducidos a las cuadras de las inmundicias en donde a fuerza de respirar su hedor y ya acostumbrados son capaces de mezclarse hasta con los leones del verso, sin preocuparse de ser comidos en su dignidad y moralidad con tal de recibir su ración de paja. ¡Hay Miguel, como han cambiado tus versos, tu lucha, tu humildad para vivir y morir por lo que sentías y pensabas.

Defendiste valores que ahora son pisoteados por muchos de los descendientes de los que se cobraron en tu sangre las mayores virtudes del ser humano y que ahora las cambian por un poco de paja. Estoy seguro que a la mayor parte de los animales, si no fueran irracionales les repugnaría. Si al final va a tener tan poco valor todo esto habría que ir pensando poner una leyenda a la entrada de muchas ciudades de España que dijera: ¡Este es un pueblo de bueyes, se compra y se vende dignidad a cambio de paja! Aunque esta brilla como el oro!