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Marc Llorente

Apuntes afilados

Marc Llorente

Más misión imposible

Pedro y Albert cuando besan es que besan de verdad, y a ninguno le interesa besar por frivolidad. «Gracias por haberte conocido», canta Sánchez. Se emparejan con el acuerdo entras ambas formaciones y siguen en su luna de miel. El pospacto de investidura tiene su depresión, eso sí, aunque la neutralizan con cariño mutuo, dentro de lo que cabe.

«No se puede», proclama Sánchez dirigiéndose a Podemos y compañía desde la distancia. Si no están él y Rivera no hay mesa de diálogo. O de adhesión más bien. No fue posible antes del salto sin red del aún líder socialista, ni lo será ahora con el fin de apoyar un «Gobierno de progreso» que da la espalda a las fuerzas del cambio.

Ya lo dije. Todos tienen su culpa en este fracaso político. Salpica al personal y éste abuchea el machacón espectáculo. Rajoy caducó hace tiempo. Pedro no quiere ser presidente, ya que va por un camino inútil para lograrlo. Iglesias lanza una de cal viva y otra de arena y no irá a la misa de una negociación inviable. IU y Compromís tampoco quieren ser convidados de piedra, a la vez que reclaman una coalición progresista.

Ciudadanos podría coquetear con el PP, sin Mariano a la cabeza, y empujar al PSOE por ahí. El caballero andante, don Pedro, pierde la condición de candidato y quiere hablar con Génova. Lucha contra los molinos de izquierdas, y su escudero Albert vigila al hombre de Ferraz, controlado por el puño y la rosa marchita del cuerpo de guardia.

Rajoy es un boxeador solitario, contra las cuerdas, que insiste con el cuento de nunca acabar. Él obtuvo los laureles del 20-D y debe continuar en la sala de control del país de las maravillas populares. Así que la precampaña se dirige hacia otra campaña con la rigidez de cada personaje. ¿Quién realiza el «trabajo sucio» al Partido Popular?

Reiniciar las conversaciones o explorar formas de entendimiento parece una misión imposible a día de hoy. Suenan los arcabuces detonadores de la guerra y naufragan el consenso, los derechos de los refugiados y de las mujeres que sufren violencia machista y otras lacras alimentadas por las crecientes desigualdades. Aquí y en el mundo.

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