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Tomás Mayoral

¿No se culpe a nadie?

El suicidio político, al menos el consciente, es uno de los fenómenos más infrecuentes en nuestra vida pública. Será difícil encontrar en este territorio escarpado mirlos blancos que hayan decidido cortar por lo sano porque veían que esa dramática caída del telón era la única salida. Para lo bueno y para lo malo, la política es siempre interesada. Por eso, es más frecuente que los profesionales de este noble oficio que deciden 'autoentonar' el gorigori opten por la inmolación, que es una forma épica pero práctica de dar sentido y continuidad a su final. El hara kiri justificado (nunca confundir con la dimisión, que es, como dicen los vagos de correr, cosa de cobardes) llena de contenido ese último punto final y hace posible seguir ganando batallas después de haber entregado la cuchara, como se le atribuyó al Cid. Así debió pensar Aznar que iba a ser el futuro cuando cedió el testigo a alguien que prolongaría su leyenda a base de hacerla buena.

Alejandro Morant, anteayer en su Facebook, o el expresidente de Murcia, Alberto Garré, ayer por la mañana en las ondas de la radio, lo que le pedían a Rajoy, convertidos en amplificadores de la presunta 'mayoría silenciosa del partido', no era un suicidio político, era una inmolación. O sea, un drama en tres actos con galerna final a ritmo de walkirias. Un gesto de generosidad suprema que beneficiaría tanto a su partido como a su país. ¿Están preparados Rajoy y el PP para representaciones de tanta carga dramática? Parece que no. A día de hoy, sus discursos muestran que están más cerca de la astracanada que de la tragedia que se nos puede venir encima a todos. Rajoy comparte además con Cela, otro gallego poliédrico, el lema de su escudo de armas: «Gana el que aguanta». Ya hemos hablado mucho del sentido patrimonial que la derecha española tiene con el poder. Aquí, además, hay una perversión adicional, porque Mariano considera que el 'suyo' no es colectivo, es personal.

Por todo esto, parece difícil que Rajoy vaya a irse él solo. Que no se engañe nadie en el PP porque Mariano no cree que haya perdido las elecciones ni que sea culpa suya que no haya ni un socio a la vista. El infierno son los otros. La cuestión es si hay Partido aún y si el Partido va a seguir callado. Si alguien con peso en el PP va a tener valor para inmolarse y recordar a Rajoy el sentido del gesto. O si, inconsciente y lealmente, se suicidarán todos con él.

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